RESUMEN DEL 2007

Así que ahí estamos. Los dos. Solos. Otra vez. Tampoco es que necesite nadie más para pasármelo bien. No entiendo a la gente que necesita a cuatro o cinco personas para disfrutar. Son gente que no tienen buena conversación.

Creo recordar que la noche empezó con una conversación sobre Ronnie James Dio. Primero sobre Black Sabbath y luego sobre Rainbow. Y ahí decidimos tomarnos unas cervezas en el Valhalla. Creo que fueron dos litronas de Hoegarden por persona y una botella de hidromiel. Se pasó toda la estancia hablándome sobre sus dos grupos de música y sobre el éxito que estaba teniendo en myspace. En unos meses se iría tocar a Alemania y a Holanda, y quizás después grabarían un disco. Una amiga suya nos invitó a su piso, pero le dijimos que no. Hoy era la noche de los chicos.

Salimos de ahí bastante contentos y nos fuimos a cenar al Alaska. Un antro asqueroso y grasiento que tiene la particularidad de hacer los mejores perritos del mundo. Nos pedimos unos y unas cervezas. Como siempre, hablamos del pasado. De lo colegas que éramos antes. De que siempre íbamos juntos. De lo guays que éramos. De que nos comeríamos el mundo.

Al final acabamos en modo melodramático y decidimos aderezarlo con más birras. Esta vez al Lorien. Me encanta ese sitio porque ahí tienen Franziskaners por un tubo. Me bebí tres, me parece antes de que nos largáramos nos encontramos a un tío que detesto de nuestros años mozos. Con el pelo largo y la barbota el tío no me reconoció. Mucho mejor. Hice como que no le conocía y punto.

Eran las diez de la noche y habíamos quedado a cuarenta kilómetros a casa de otro amigo nuestro. Hacía tres o cuatro años que no nos veíamos y flipó con nuestras pintas. De mí dijo que me parecía a Jerry García, cantante de los Grateful Dead. Supongo que la camiseta psicodélica que llevaba, ayudaba. No sé cuánto bebimos, pero recuerdo que nos pusimos bastante cerdos a la hora de atracar su nevera. Ganchitos con cerveza. Nos sentamos en un ladito y poco a poco el mundo se fue largando a sobar. Sólo quedábamos nosotros tres. Fue un momento tierno. Creo que fue aquí cuando hablamos del pasado y de que queríamos comernos el mundo. En el Alaska hablamos de nuestras formas preferidas de practicar la postura del perrito. Me contó una que le encantaba en la que había que ser contorsionista, pasándole las piernas por no se donde y sacando las tuyas por otro lado. Era el Twister mezclado como el kamasutra.

A las cinco nos largamos para casa. Podríamos habernos quedado a dormir ahí, pero la última vez tuve un terrible encontronazo con sus pavos reales. Sí, tiene pavos reales en su casa y un perro labrador adorable. Así que cogimos el coche y volvimos a bajar. Pero nos fuimos a tomar la última al Fraggel Rock.

En realidad no recuerdo por qué nos metimos en un pequeño bar que había en una de las callecitas cercanas y ahí nos encontramos con un sueco que estaba más perdido que un piojo en una calva. Se llamaba Richard y quería tomarse unas copas con nosotros. Entonces fuimos al Fraggel.

El flipao del guiri no se le ocurre otra cosa que pedirle al camarero un whisky con café. El camarero le miró con cara de que era un gilipollas, así que nos pagó un cubata con Seven-up. Esa copa fue la que nos mató poco después, ya os voy avisando.

Así que nos sentamos en un sofá donde había una chica israelí y otra gordita con tetas grandes. Creo que intentaba dar conversación a la judía con unas preguntas de lo más absurdas y chorras. Entonces la gordita se me abalanzó y me comió la boca.

No recuerdo muy bien cuánto pasó pero mi colega me dijo que se iba con una fotógrafa a un bar de al lado. Yo pensaba, guay. El Richard se camelaba a la israelí. Guay. Entonces noté una pequeña arcada.

La tía debía ser jovencita porque ni siquiera sabía morrearse con un tío como es debido, pero da igual. Nos fuimos al baño juntos cuando noté otra arcada. Yo andaba balanceándome de lo doblado que estaba, pero ella también iba bastante mal. Se sentó en el váter mientras que yo me quedaba de pie, apoyado contra la puerta, con una mano en la boca y otra en su cabeza, cuando no pude soportarlo más y poté. Poté encima suyo. Su cabeza estaba inclinada sobre mi, así que me estiraba y potaba por encima y le rozaba la espalda, pero no se dio cuenta. Al menos al principio, pero llegó un momento en el que le quité mi churra para ponerla dentro de mis pantalones porque quería salir a potar, cuando ella se levantó enfadada y nos cruzamos una mirada etílica. Y entonces, le solté todo lo que llevaba en la cara. Le poté en medio de la cara. Fue asqueroso. Fue patético. Fue vergonzoso. Pero ahí estaba ella, pegándome un empujón mientras salía corriendo del baño con toda la cara y media ropa llena de potada alcohólica mientras se iba a buscar a su amiga histérica perdida. Y yo me quedé ahí, echando la pota un par de veces, me volví a subir la cremallera y me fui a coger un taxi.

Ni siquiera sé lo que le pasó a esa chica. Ni a mi colega. Ni al puto Richard. Pero conseguí balbucear la dirección de mi casa . Y a mitad del camino abrí la puerta del taxi para potar. El tío me dejó ahí en medio, y caminé lo más honrosamente que pude el kilómetro que quedaba hasta mi casa. Llevaba un poco de potada en el jersey, en los pantalones, en los zapatos. Tardé diez minutos en encajar la llave en la cerradura de la puerta, me desvestí y antes de tirarme a la cama a dormir, decidí terminar lo que la chica gordita no había conseguido finalizar.

Un beso.