17 de Diciembre 2007


TRENCH DIARIES 3

El general había sido muy claro con aquello. El ejército era cosa de hombres. De hombres duros. Pero eso fue mucho antes de que la igualdad de sexos derribase las altas murallas de la tradición.

Habíamos vivido ya varias crisis importantes, y los hombres que me habían apoyado estaban disfrutando de una vida relativamente cómoda en las trincheras. Roger y Coleman se encargaban de la comida y de las armas, con lo que eran las dos personas más importantes del regimiento. A excepción de mí, claro está. Al menos así fue durante un breve período de tiempo.

Un lunes por la mañana recibí una carta del general. Oficialmente me comunicaba que en unos días recibiríamos más soldados, pero que tenía que asegurarme de que hubiese letrinas para mujeres y un lugar acondicionado para ellas, donde dormirían y se cambiarían de ropa. Extraoficialmente, el general añadía que la incursión de las féminas en el ejército provocaría el fin del mundo tal y como lo conocemos. Al fin y al cabo, eran los niños y no las niñas quienes jugaban a guerras cuando eran pequeños, argumentó.

La noticia corrió por todos los rincones del campo de batalla a una velocidad de vértigo. Coleman había pedido instruir a las chicas y enseñarles el lugar, mientras que Roger pidió un par de mozas ya que ellas estaban más acostumbradas a esto de la cocina. Al fin y al cabo, añadió, las niñas siempre jugaban a cocinas, y no los chicos. Incluso algunos soldados enemigos nos habían escritos cartas donde nos pagarían una bonita cantidad de dinero a cambio de una noche con alguna de ellas.

Fuese como fuere, el día de la llegada de las reclutas fue un día especial. Los hombres se lavaron lo mejor que pudieron, se peinaron y algunos se limpiaron los dientes con los dedos. Habían algunos que iban peinados y otros que habían salido al campo de batalla a buscar flores. Desgraciadamente, la mayoría eran lirios.

Diez mujeres se presentaron ante mí bajo los murmullos generalizados. Había allí una chica rubia con los labios muy rojos y carnosos de la que me prendé casi al instante. Era bajita pero bien formada. Lo que más me gustaba era sus pestañas. Eran largas y estaban pintadas, algo que aquí no se veía mucho. Pero después de tanto tiempo rodeados de hombres, cualquier mujer por grande y gorda que fuese, hubiese sido considerado como Marilyn Monroe.
Mi idea era formar el compañerismo entre ellas y ellos. Al fin y al cabo, dado mi rango tenía que ver a todos mis hombres como lo que eran: pequeñas piezas que formaban una gran maquinaria de guerra. Aunque el trabajo era difícil, pues cada vez que me quedaba a solas en mis dependencias me venía la imagen de agarrar a esa pequeña rubia por detrás y liberar todas mis frustraciones. Aunque las frustraciones las tenía que descargar de manera manual, dos veces al día.

Es difícil explicar la persecución silenciosa que recibían las pobres chicas. Más de uno hubiese sido denunciado por acoso sexual sólo con la manera de mirarlas, afortunadamente en el ejército no tiene términos como ese. Unos intentaban ser amables y corteses. Otros se limitaban a quedarse mirándolas con babas cayéndoles de la boca. Coleman era el típico hombre que se intenta hacerse amigo de ellas y aprovechar cualquier debilidad para intentar meterse en sus pantalones. Roger, por el contrario, hacía de hombre duro e intentaba parecer que no les atraía nada. Aunque me confesó en alguna ocasión que estaba deseando liarse con una morenita que le ayudaba en la cocina.

Antes de que llegaran las mujeres, lo más cercano a la tensión sexual era cuando dos hombres se habían dado placer anal mutuamente ante las necesidades sexuales del momento. Pero cada mañana era una lucha continua para ver quién daba el primer paso. Además, daba la impresión que esa situación les venía como anillo al dedo. O al menos, parecía que se movían mejor en esa disyuntiva.

Probablemente me harían un consejo de guerra si esto lo leyese la persona que no debía, pero decidí romper esa tensión sexual que nos estaba asfixiando a todos de la única manera que se me ocurrió: con alcohol. Roger consiguió algunas bebidas en el mercado negro y encargamos un par de exquisiteces locales para comer, ante el comentario del cocinero, que estaba decidiendo a quién asesinar para dar de comer a las féminas. Al fin y al cabo, había que camelarlas con la mejor comida que pudiésemos encontrar y la carne humana superaba cualquier otra, como ya habíamos probado anteriormente.

La fiesta transcurrió con normalidad, hasta prácticamente el final, cuando los hombres empezaron a ponerse nerviosos. Querían a una mujer, y ellas eran reacias a un intercambio de fluidos a ese nivel. Yo, al contrario, había conseguido llevarme a la chica rubia a mis aposentos privados y estábamos practicando espeleología con nuestras lenguas en la garganta del otro. Cuando parecía que podíamos pasar al siguiente nivel, unos gritos en el exterior nos hicieron olvidarnos de nuestros deseos más inmediatos.

Dos hombres se estaban peleando por una de las chicas. De la discusión, uno le clavó un cuchillo en el pecho al otro. Un poco más lejos eran tres tíos los que se peleaban. En otra, un tío que estaba liándose con una jovencita, era víctima de una paliza por parte de unos tíos.

El plan había fracasado estrepitosamente. Ahora sabía lo que quería decir el general cuando decía que las mujeres no traerían más que problemas. Así que por mucho que le doliese a su corazón y, sobretodo, a sus cojones, decidió enviar a las mujeres a posiciones defensivas a que se encargasen de la enfermería. Serían pocos, pero al menos no se matarían entre ellos por líos de faldas.

Miró a la compañera rubia una última vez, le dio un largo beso y la dejó irse con el resto de mujeres.

Un beso.

Escrito por Jake|17 de Diciembre 2007 a las 02:24 AM|


Comentarios

Esto está para un libro!!!!!! jajaja

El Replicante es Zim|17 de Diciembre 2007 a las 05:58 AM

Molaría tener un libro de esto.

El Replicante es Jake|17 de Diciembre 2007 a las 04:03 PM

Escriba el maldito libro copon!

El Replicante es Aidotans|18 de Diciembre 2007 a las 12:19 PM

¿Un libro de recetas de cocina?

El Replicante es Jake|18 de Diciembre 2007 a las 12:51 PM

¿De cocina humana quizás? xD

Me encantan las Trench Diaries ^^

El Replicante es Inagotable|22 de Diciembre 2007 a las 03:09 AM

Y aún hay muchas historias que contar de las Trench Diaries.

El Replicante es Jake|22 de Diciembre 2007 a las 05:30 AM

Puedo entender el canibalismo, los problemas sindicales y hasta el extraterrestre comehombres, pero de ninguna manera comparto, el que a tremendos infortunios, le hayas adjudicado uno a las mujeres. Exijo un post scriptum para éste post donde revindiques a las de mi sexo.

El Replicante es Amm|25 de Enero 2008 a las 06:45 AM

Es un texto cómico. No es culpa mía si no lo pillas.

El Replicante es Jake|25 de Enero 2008 a las 02:20 PM

Esperaba otra respuesta.
Machista! =P

El Replicante es Amm|25 de Enero 2008 a las 04:03 PM

Machistas serán los del ejército.

El Replicante es Jake|25 de Enero 2008 a las 04:09 PM

La culpa siempre es de los militares.

El Replicante es Amm|25 de Enero 2008 a las 04:24 PM

Ellos tienen las armas.

El Replicante es Jake|25 de Enero 2008 a las 04:37 PM

Pero alguien los abastece.

El Replicante es Amm|25 de Enero 2008 a las 04:39 PM


¡Al ataque!










¿Debo recordarte?