GRAVEDAD CERO

Desde que era pequeño he tenido un problema con las atracciones de los parques de atracciones. Digamos que tengo un poco (mucho) de vértigo, así que cuando se trata de subir en montañas rusas y cosas similares, Jake se caga por la pata abajo. Nadie es perfecto. Así que en las únicas atracciones en las que me siento un hombre otra vez, ejem, son las tacitas. Sí, nadie se puede sentirse muy hombre en esa mierda, pero no me jodáis.

Cuando la gente me preguntaba si le tenía miedo a las alturas yo les decía que no. A lo que le tengo miedo es al suelo. Y es verdad. La altura en sí no tiene nada de mala. El problema de todo la tiene la gravedad. Ése es el gran problema. Si no existiese, yo no tendría miedo a metérmela.

Vale, la gravedad ejerce un gran poder de ordenación mundial. Hace que todo esté sujeto en su sitio, y que no vaya volando por ahí. Pero eso no es necesariamente bueno. Fijáos en Perdidos, por ejemplo. Si no existiese la gravedad no se la hubiesen pegado con la isla, ¡porque no necesitaríamos aviones! La gente volaría de un lado a otro como si estuviese en el espacio exterior.

Pero lo que de verdad me da miedo de la gravedad, es lo que oí que decían por la tele. Cada persona se ve reducida cinco centímetros en toda su vida por culpa de la gravedad. Eso hacen casi seis milímetros cada diez años. Desde que lo escuché, noto como mi espalda se va espachurrando contra sí misma lenta e inexorablemente. ¡Dios, no quiero morir aplastado por culpa de la gravedad! Buah, buah, buah.

Un beso.