MI PRIMER DISPARO

Hoy estaba paseando por Madrid. Estaba detrás de Moncloa. En una de esas calles tan estrechas. La verdad es que me lían mucho. Nunca sé cuál es cuál.
Eran las nueve y media de la noche. Quizás las diez. Quien sabe.
Mientras andaba escuché una discusión. Estaban gritando. Gritando mucho. Me sorprendió un poco porque reconocía esas voces de algo.
Caminé, giré la calle a la izquierda y me encontré la escena.
La calle es bastante larga, en un lado de la calle se encuentra un pequeño y viejo antro heavy, en el otro lado hay un restaurante de pizzas.
La gente que discutía estaba en el lado del restaurante. Los conocía de la uni. Dos chicos y una chica.
Uno de ellos, Chop, estaba sentado en una portería, con la cara hecha un mapa. Alguien le había pegado una buena paliza.
Los otros dos eran Don Gato y N. que estaban encarándose el uno a la otra.
Había otra gente a la que reconocía en el otro extremo de la calle. Delante del bar heavy.
La verdad es que no recuerdo exactamente lo que dijeron, pero fue más o menos esto:
-¡Eres una zorra!. ¡No has tardado nada en sustituirme por otro, guarra!.
- Estoy harta de esperarte. Lo he pasado muy mal por tu culpa…
Don Gato se había enfurecido. De repente cogió a N por la camiseta. Llevaba una de esas camisetas grunges de color lila o negra.. no sé exactamente de qué color llevaba eso.
La agarró y le pegó dos puñetazos. Ella intentó soltarse pero no podía.
Reconozco es que siempre le he tenido ganas. Creo que por celos. Ya sabéis, mis lectores más antiguos que siempre he sido muy celoso. Entonces entré yo.
Me había enfurecido y le agarré y le empujé hacia atrás. Muy fuerte. Don Gato se trastavilló y se cayó.
Fui a hablar con N. Le pregunté cómo estaba. Ella me abrazó. Medio llorando.
Don Gato se levantó. Empezó a insultarme. No recuerdo bien qué decía, pero eran cosas cómo que siempre le había intentado quitar a N y nunca lo había conseguido porque era feo, tonto y de todo.
Yo, como decía Siniestro Total, me lo tomé con mucha calma. Le respondí algo así como que necesitaba ayuda mental y que todo el mundo le odiaba.
Volvió a atacar. Le paré el puñetazo y el volví a empujar. Podría haberle roto la nariz de un golpe, pero pensaba que quizás si le atizaba muy fuerte, podía pagarlo con N más tarde.
Don Gato se volvió a levantar. Mientras me maldecía empezó a rebuscar algo.
Mierda, me dije. Una navaja. Tendría que haberle roto la nariz.
Pero no, señoras y señores. Por si el día no se había puesto ya muy excitante, al señor Don Gato se le ocurrió sacar una pistola. Una automática.
No sé mucho de pistolas, pero sé las dos cosas fundamentales: uno, que si tienes la pistola puedes sentirte como Dios y dos, que si estabas en el extremo equivocado podías pasarlo muy mal.
Se acercó. Yo instintivamente me puse delante de N. Diréis algo así, queridos lectores, que soy un héroe, algo como “toma dos besos que te los has ganado” y cosas así. Pero sabía que no dispararía. Y si lo hacía, N se llevaría el plomo.
Me apuntó a la cabeza. Señores. Y mis temores se hicieron más patentes cuando vi su mano temblando. No quería disparar. Pero se le podía escapar un disparo sin querer…
Yo me fui apartando poco a poco de la trayectoria del cañón. Él no hizo nada. Cuando me aparté, le aparté la pistola hacia arriba. No disparó.
Entonces N empezó a gritarle cosas desagradables. Cosas que podían ofender a una persona armada. Intenté pegarle un codazo para que se callara, pero fallé.
Él se fue hasta su coche. Uno pequeño. Con matrícula del norte.
Arrancó y pasó delante nuestro.
Seguía delante de N. No sé por qué. Pero de repente. El loco de Don Gato disparó.
No sé si os han disparado alguna vez. Os aseguro que es una mierda. Duele. Muchísimo. En serio, nunca me ha dolido nada tanto como eso. Ni botellazos en la cabeza. Ni Dr. Martins en el estómago. Os recomiendo que no intentéis hacerlo en casa, niños. Es muy jodida la experiencia.
La cuestión es que se volvió todo en blanco y negro. El fondo, con la puerta del bar heavy y las motos y le coche alrededor se volvió difusa, como psicodélica.
Supongo que por cierta influencia hollywoodiense, me caí de rodillas. Tenía la mano en el hombro.
Ese hijoputa me había disparado de verdad.
N estaba delante mía. Gritándome cosas. No las podía oír. Otras de las cosas que pasan si te disparan es que alguien baja el volumen del sonido. Quizás la respuesta técnica es el ruido del disparo en sí. Pero quedaría mal. Mejor creer la otra opción.
Pedí a N que llamara a una ambulancia, con una tranquilidad que me sorprendió. A ella también. Supongo que la visión de mi hombro sangrando más que en una de las escenas de Kill Bill la convenció de que estaba herido de verdad.
Después de llamar. Un tío se acercó con un cinturón en la mano. Se lo dio a N para que me hiciera un torniquete. Apretó todo lo que pudo la jodía.
Entonces llegó la ambulancia. Me estuvieron subiendo, con la típica camilla, cuando N me preguntó si quería que fuese conmigo.
Le dije que no era necesario y se quedara con Chop, porque era con quien realmente quería quedarse.
Puso esa cara suya tan rara. Bajó la mirada y sacaba un poco la lengua. Siempre que no responde pone esa cara. Es extraña.
Me dijo que iría al hospital después. Vale.
Son las seis y pico de la mañana. Por fin me han sacado. Tengo un hombro izquierdo destrozado, y mañana lunes tengo una presentación del Tour del CdeC. No sé cómo lo voy a hacer, pero bueno, supongo que me jodo.
Aún no he entrado en la página web de El Mundo. A ver si han dicho algo del suceso.
Estoy seguro que si estabais por los alrededores pudisteis escucharlo todo.
Creo he tardado tres cuartos de hora en escribir esta mierda, con una sola puta mano. Vaya mierda. ¿Cómo jugaré ahora al Morrowind?. Caca.
Bueno, me voy a ver si puedo dormir algo, después de un día de emociones.
Un beso.