ALATRISTE

Hace una semana que Alatriste soltó el petardo y se han confirmado los peores augurios. No está hipotenso por culpa de la pasta, ni porque no le guste la camiseta o el color del césped. Su languidez obedece al maldito espejito mágico al que Alatriste formula una serie de preguntas cada mañana en su casoplón de La Finca: "¿Quién es el jugador más querido del Real Madrid?", "Casillas". "¿Quién es el mejor '9' del mundo?", "Falcao". "¿Quién es el mejor jugador de Europa?", "Iniesta". "¿Quién es el mejor jugador del mundo?", "Messi". Y, claro, de ahí a hacer pucheros y correr a llorar al despacho de Florentino hay un paso. Si el problema de Cristiano Ronaldo, como parece, es su inmenso narcisismo tiene muy difícil solución. Un aumento de sueldo se puede arreglar. Un aumento de cariño, no. Al menos no de forma natural y espontánea. Florentino Pérez tendría que crear para él una realidad paralela, una especie de El show de Truman en la que al jugador le entregasen un Balón de Oro falso o que 80.000 extras contratados para la ocasión aplaudieran a rabiar en el Bernabéu cada cabriola del fenómeno, incluidos los lanzamientos de falta que manda fuera de la instalación. O un vestuario con los dobles de Casillas, Xabi Alonso y Sergio Ramos que cada mañana le rindieran pleitesía. Lamentablemente, lo que pide Cristiano Ronaldo no se puede comprar. Se tiene o no se tiene o, en todo caso, se va sembrando día a día. Cualquier reacción favorable del madridismo militante hacia Alatriste será, por tanto, falsa. Como cuando los dependientes de la zapatería le hacían la pelota a Julia Roberts en Pretty Woman. Una inmensa y tremenda farsa.

ROBERTO PALOMAR. DIARIO MARCA.

Un beso.