22 de Abril 2011


LO PEOR PARA UNA SERIE

Ah, las series. Quien más quien menos, todos nos hemos tragado un montón de ellas desde que tenemos uso de razón. Y aunque sus responsables a veces se crean que nos acabamos de caer de algún árbol (cada vez menos, afortunadamente), nos sabemos perfectamente sus triquiñuelas, sus recursos desesperados, sus enormes cagadas. Las conocemos como si las hubiéramos parido. En fin, que tirando de algunos ejemplos especialmente memorables (hay muchos más y os animamos a añadirlos en los comentarios), aquí va un ranking de los mayores horrores que han intentado colarnos en la ficción televisiva. Seguro que más de uno os traerán gratos (u horripilantes) recuerdos...

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10. CAMEOS PROMOCIONALES DE FAMOSOS.
Ally McBeal ha llevado un asunto muy duro esta semana. Pero, por fortuna, una vez resuelve el caso (probablemente uno que planteaba una espinosa cuestión ética que al final los guionistas acababan esquivando sin mojarse) acude a su bar habitual para tomarse una copa y... ¡allí está Tina Turner! ¡Que casualmente comienza a entonar el single de su nuevo disco, que sale esta misma semana! Los cameos famosos son a menudo pretextos de guionistas sin ideas, imposiciones de cadenas avariciosas o recursos desesperados de series acabadas. Pero cuando tienen una motivación claramente promocional, la poca gracia que podían tener simplemente se les vuelve en contra. Para variar, las series españolas han sido las que generalmente lo han hecho con menos gracia: recordemos los pegotes de guión de 7 vidas o las "actuaciones" que acogía el celebérrimo CBC de (glups) Al salir de clase.

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9. NO DOSIFICAR LO QUE FUNCIONA.
Lo poco gusta y lo mucho cansa. Si uno tiene en sus manos una serie de televisión (sobre todo si se trata de una que tiene o aspira a tener un número elevado de episodios) tiene que aprender a dosificar aquello que sale bien porque, tarde o temprano, ese frente no dará más de sí y habrá que tirar del Plan B. Diversificar su actividad, que lo llaman. En las comedias es quizá donde esto se ve más claro: si hay un chiste recurrente o un secundario que resultan graciosos, no hay que sobreexponerlos porque se quemarán rápidamente. Hay quien opina, por ejemplo, que cuando The Big Bang Theory se convirtió en The Sheldon Theory gastó demasiados cartuchos demasiado rápido y cuando intentó ir por otros derroteros ya era demasiado tarde.

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8. LARGAR A UN PERSONAJE CON UNA EXCUSA CUTRE.
"Le salió un trabajo en otra ciudad", "Está de campamento", "Se acordó de aquel novio de hace cuatro temporadas y de repente ha vuelto con él" son algunos de los pretextos chungos con los que las series justifican el hecho de que uno de los miembros del reparto haya abandonado el barco. Las situaciones más surrealistas suelen darse en las series corales que se prolongan durante años: son tantos los personajes que van y vienen que los guionistas van cogiendo confianza y llega un punto en que ni se esfuerzan. Urgencias, por ejemplo, fue un caso flagrante: la primera vez que la doctora Lewis dejó la serie, aquello fue un drama y se le hizo todo un episodio de despedida. Años después volvió a la serie y cuando se fue de nuevo, la ventilaron con un rápido diálogo entre dos personajes del palo: "¿Y Susan?", "Se ha ido", "¿Otra vez?", "Sí". Fin.

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7. ESOS FLASHBACKS DESCUIDADOS...
En primer lugar: si vas a meter un flashback, asegúrate de que sea estrictamente necesario (memorable Héroes, que cuando ya no sabía ni qué hacer, metía flashbacks de 2 ó 3 días atrás). Pero si tienes que hacerlo, salvo que tu serie sea una comedia (en ese caso supongo que da igual o incluso es algo buscado, como en los de Friends), por favor, cúrrate un poco el rejuvenecimiento de los personajes. Porque probablemente estás usando este flashback para explicar la profunda raíz de un gran problema de algún personaje, pero si te limitas a ponerle un pelucón y uñas fucsias "porque eran los 80″, vas a provocar más risión que otra cosa. Puestos a buscar ejemplos, Dexter es uno de los casos más claros de desequilibrio entre calidad general de una serie y despreocupación total en este sentido.

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6. ABUSAR DEL RELLENO.
Con sus temporadas de 12-13 episodios de media, los canales de cable (motivados más por cuestiones económicas que artísticas, todo sea dicho) han solucionado un poco este problema, pero las networks siguen encargando esas imposibles temporadas de 23-24 capítulos, que obligan a un ritmo de producción frenético e inevitablemente a la necesidad de meter episodios de relleno. Esas historias sacadas de la chistera de "Uy, mira, hoy de repente creo que me gusta otra... pero al final no, todo sigue igual que antes" que se disuelven como han aparecido no hacen más que bajar el nivel general. Como esos episodios de "un día en la vida de" que de repente cascan sin venir a cuento y que a nadie le importan. Y mejor no hablemos del peor espécimen de esta clase (¡el capítulo musical!) ni de las temporadas enteras de relleno (Prison Break o cómo pasar del entretenimiento de calidad a la vergüenza ajena).

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5. METER CON CALZADOR UN PERSONAJE NUEVO PARA ANIMAR EL COTARRO.
"Sí, hombre, soy tu hermano, ése al que nadie ha mencionado en 317 episodios, pero que vive aquí al lado y que de repente va a ser fijo en la serie". Otro clásico, también a menudo exigencia de "los de arriba" y explicado a la perfección el memorable episodio "Rasca, Pica y Poochie" de Los Simpson. ¿Os acordáis de Los problemas crecen? Kirk Cameron se les hizo mayor y el pequeño creció y se puso feo, así que necesitaban un mojabragas para que las quinceañeras siguieran viendo la serie, por lo que de repente los Seaver, a sus cincuenta y pico y con la vida resuelta... ¡adoptaron a Leonardo DiCaprio! Ver un nuevo personaje de este tipo metido a la fuerza es siempre un signo de una serie desesperada. Cuando lo detectéis, salid corriendo.

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4. CAMBIAR AL ACTOR Y MANTENER AL PERSONAJE.
Al menos Echanove y Wyoming le echaron morro al asunto con lo de la cirugía estética. Pero hay veces que resulta un poco patético cómo intentan darnos gato por liebre haciendo como que no ha pasado nada. Hemos tenido ejemplos a patadas, empezando por la tía Vivian de El príncipe de Bel-Air (despedida mientras estaba embarazada por un Will Smith en modo diva total) y acabando por "nuestra" (de alguien será) Irene Inés de Cuéntame. Es de esas cosas tan de vodevil barato que aún nos sorprende que se sigan haciendo a estas alturas. Pero así es.

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3. COLOCAR UN EPISODIO DESORDENADO.
Bueno, esto es un caso puntual más que una tendencia, pero francamente merece su inclusión en esta lista porque es probablemente una de las cosas más patilleras que recordamos haber visto. Hablamos del episodio 2×11 de Fringe, titulado "Unearthed", que se rodó para la primera temporada pero que se metió en la segunda porque... bueno, porque sí, porque si ya está pagado, pa' qué tirar el dinero. ¿El resultado? El grave acontecimiento ocurrido al final del episodio anterior ni se menciona, los protagonistas vuelven a tener el corte de pelo de hace un año y, lo mejor de todo, un personaje muerto hace semanas se pasea entre ellos con total impunidad. Impagable.

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2. ESTIRAR, ESTIRAR Y ESTIRAR EL CHICLE.
Qué bien lo hacen casi siempre los ingleses. Temporadas cortitas, de unos seis episodios, y no muchas. Y cuando no hay más ideas, no pasa nada: se reconoce abiertamente, se cierra el chiringuito y a pensar en el próximo proyecto. Sus colegas americanos son de la tendencia opuesta: si la serie funciona, alarguémosla más y más y más, hasta que no la reconozca ni su padre, hasta que no quede ni un actor del reparto original, hasta que haya perdido toda la capacidad de sorpresa o la gracia. Aquí (y nos duele en el alma decirlo) también hay un claro ganador: Los Simpson. La serie que ha batido todos los records (también los de calidad) ostenta igualmente el de producto con más temporadas de sobra. Y sigue en ello.

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1. TODO ERA UN SUEÑO.
Pero si hay algo chungo, si hay algo cutre, si hay algo que verdaderamente justificaría penas de prisión (si no mayores) para un guionista, es acabar una serie con el recurso de "todo ha sido un sueño", también conocido como "recurso Inocente, Inocente", que parece que en cualquier momento va a salir Paloma Lago de detrás de un espejo con un ramo de flores. Y en esto, ¡oh, sorpresa!, también es líder la producción hispánica. Los Serrano habría pasado ya de por sí a la historia como la serie nefasta, rancia, casposa y quintaesencia de todos los males de la ficción española que fue. Gracias a su desenlace (sí, sólo llevas tres horas durmiendo, pero en ese tiempo los niños han pegado un estirón que te cagas), además logró conseguir el peor final posible, un recurso que servirá para la posteridad como consuelo para que, veas lo que veas, aguantes lo que aguantes, por muy malo que sea lo que te estés tragando desde ahora y por los siglos de los siglos, siempre puedas pensar: "bueno, al menos esto no es como el final de Los Serrano". Gracias, Globomedia.

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Un beso.

Escrito por Jake|22 de Abril 2011 a las 08:45 PM|


Comentarios

An fascinating dialogue is value comment. I believe that it is best to write more on this matter, it might not be a taboo topic but generally individuals are not sufficient to talk on such topics. To the next. Cheers akegedecbaka

El Replicante es Johnc854|20 de Septiembre 2014 a las 11:09 PM


¡Al ataque!










¿Debo recordarte?