LENTEJO

Hace unos días, al llegar a casa por la tarde, encontré en la pared de mi habitación un caracol. Había estado lloviendo y ya sabéis que ésos bichos salen en ese momento.

Al principio pensé en abrir la ventana y dejarlo a su suerte, pero era tan pequeñito... parecía un cachorrito (¿se puede llamar cachorrito a un caracol?) que decidí que lo acogería bajo mi manto durante algún tiempo, mientras crecía y se convertía en un super caracol y podría destruir a todos sus enemigos naturales.

Lo primero que hice es buscarle un nombre. No podía llamarle Caracol. Bueno, sí que podía, pero no me parecía justo. Si los perros tienen nombres, este caracol que iba a tener la misma función, también debía tener uno. Primero pensé en algo que rimara con "caracol", pero no se me ocurrió ningún nombre que me gustara. Así que decidí seguir con el plan B: le llamaría según lo que me recordara al verlo. Así que le he llamado Lentejo. ¿Qué queréis que os diga? ¡Me encantan las lentejas!

Mientras cenaba una musaca, le puse al lado unas hojas de lechuga y vimos juntos el Sevilla - Barça. Sí, Lentejo también acabó un poco decepcionado por el empate, pero el cabrito parecería tener hambre, porque se jamó todas la lechuga. Ésa misma noche, cuando me fui al catre él ya hacía tiempo que se había quedado dormido. Qué angelito.

El martes, durante el Bayern de Múnich - Inter de Milán, le dejé un platito de harina. Y Lenteja devoró un buen puñado. Luego se fue a dar un garbeó por los cajones de mi escritorio y se quedó dormido entre el tercero y el cuarto cajón.

Ayer, cuando volví ya no estaba. Se había largado. Y sin ni siquiera escribir "ciao" con baba de caracol sobre el suelo. Después de cebarlo tanto, ya estaba poniéndose grandote. Podría defenderse de casi cualquier insecto.

Hizo bien, porque se estaba poniendo tan regordete, que estaba por comprar un poco de ali oli y comérmelo con unos cuantos de sus hermanos. ¿Qué pasa? Soy humano.

Un beso.