13 de Diciembre 2010


METRO

El hombrecillo entró en el metro. Era la primera vez que entraba y no sabía muy bien qué tenía que hacer. Vio un montón de gente cruzando las puertas a toda velocidad, como una estampida. Unos iban hacia la línea roja, otros a la verde. Tuvo que apartarse y dejar pasar a la gran mayoría para descubrir hacia dónde tenía que ir.

Después de varias gestiones, entró en el vagón del metro. Bueno, entrar es un verbo muy aproximativo. En realidad, le arrastraron hacia dentro. Le absorbieron. El vagón era pequeño en comparación con la cantidad de gente que había. Todo el mundo iba apiñado, como sardinas enlatadas hacia sus respectivos lugares de trabajo. Era horrible.

Empezó a sudar compulsivamente y le costaba respirar. Le daba la sensación que no quedaba oxígeno. Sus extremidades empezaron a temblar y su cara se tornó pálida. Casi instintivamente, salió del vagón justo antes que las puertas se cerraran.

Se sentó en un banco e intentó tranquilizarse. La gente cogía esos cacharros a diario y no pasaba nada. Él también podía. Cogió aire con fuerza y esperó al siguiente tren.

El cartel marcaba que faltaban cinco minutos para que llegara el siguiente tren, pero apareció uno delante de sus narices. Era negro y lo cubría un aura oscura muy tétrica. Además, le dio la impresión que el conductor del tren, que había pasado a toda velocidad frente a él, era un tipo con un esqueleto con una túnica negra y una gran guadaña en la mano derecha. Había algo que le preocupaba, pero ya había demostrado que le preocupaba todo con respecto al metro, así que entró.

Miró a ambos lados, un poco confundido, pero enseguida vio un asiento libre. Sorprendente. Esquivó varias personas y se sentó entre dos personas grandes y gordas que apenas le daban espacio ni siquiera para respirar. El pobre hombre se quedó mirando al suelo. Era demasiado tímido para mirar a la cara de la gente. Sobretodo porque cuando la gente le devolvía la mirada. En los ascensores le pasaba lo mismo.

De repente hubo un extraño ruido. Un temblor del suelo que le acojonó un poco más. Al cabo de unos segundos, el temblor cesó y el tren empezó a moverse. Muy poco a poco, el tren fue pasando por estaciones y la gente bajaba del vagón. Curiosamente, nadie entraba. Al cabo de quince o veinte minutos estaba solo. No tenía muy claro cuántas estaciones le faltaban. Estaba bastante perdido.

No sabía si los temblores en la tierra eran habituales en las líneas de metro, pero durante todo el trayecto parecían haber ido aumentando de intensidad. Ahora, el temblor parecía que superara la escala Richter en varios puntos. Miró por la ventana, pero solo veía oscuridad.

El tren hizo un extraño movimiento y empezó a caer en picado. El hombre no tuvo tiempo a reaccionar y cayó contra una de las paredes del lugar. Se sujetó con una de las barras metálicas verticales y se incorporó. Se asomó por la ventana y vio como el tren bajaba a toda velocidad hacia algún lado. No podía ver nada.

Se acopló de valor y avanzó por los vagones. Intentaba llegar hasta el conductor. Mientras cruzaba lentamente, agarrado a las barras, veía algunos esqueletos sentados en los asientos. Abrió la puerta, cuando un enjambre de murciélagos le atacó. Él chilló y salió corriendo hacia delante, con las manos en la cabeza. Abrió la siguiente puerta y cerró con fuerza.

Cruzó otro vagón y otro más. Ya estaba en el último. Avanzó con cautela, porque los arreones del tren podían tirarlo al suelo otra vez. Él conductor estaba ahí. Le veía. Abrió la puerta y le agarró del brazo.

- ¿¡Qué coño hace!? - gritó el esqueleto, que poco a poco fue convirtiéndose en una persona normal.
- Disculpe... yo... ¿qué está pasando?
- No puede molestar al conductor. Está prohibido entrar aquí.
- Pero...

El tren paró en una estación. Su estación. El conductor hizo un gesto y unos policías se acercaron, agarraron al hombre y se lo llevaron. El tipo todavía estaba conmocionado, pero se dio cuenta que cuando el médico le dijo que tenía claustrofobia, no le estaba mintiendo.

Un beso.

Escrito por Jake|13 de Diciembre 2010 a las 05:18 AM|


Comentarios

¿Sólo claustrofobia? :S

El Replicante es Inagotable|16 de Diciembre 2010 a las 01:40 PM

Quizás algo de paranoia también.

El Replicante es Jake|16 de Diciembre 2010 a las 06:06 PM


¡Al ataque!










¿Debo recordarte?