TRENCH DIARIES 4

Día 114.
Seguimos aquí. Después de varios meses de relativa tranquilidad, la cosa se está poniendo emocionante. Cada día tenemos alguna pequeña escaramuza, una pequeña batallita o algún intercambio de disparos. Parece ser que nuestros enemigos empiezan a tener ganas de terminar con la guerra.

Algo extraño les sucedió, porque la otra noche vimos un avión estrellarse en sus trincheras y armaron un buen alboroto durante toda la noche. Coleman dice que eran los extraterrestres que han venido a esclavizarnos. Siempre ha estado un poco loco.

Unas horas después vimos fogonazos, escuchamos disparos y gritos ahogados desde sus puestos y algún que otro oído sordo. Roger dice que alguien había entrado en sus trincheras por la retaguardia y les habían pillado por sorpresa. Coleman insiste con los extraterrestres.

Me preocupa Coleman. En lugar del uniforme reglamentario, se ha puesto una túnica blanca y una complicada diadema verde en la cabeza. Anda por ahí predicando una extraña religión alienígena y asegura que los extraterrestres favorecerán a aquellos humanos que colaboren.

Día 116.
Han pasado varios días desde que oímos los disparos y no hemos vuelto a saber de ellos. Para asegurarnos he enviado al hijos del General para que investigue. La muerte de su único hijo podría provocarle una depresión de tal magnitud que le lleve a dejar su puesto, algo que permitiría conseguir un meritorio ascenso y alejarme de esta cloaca de trinchera.

Día 117.
No está bien decirlo, pero el hijo del general ha vuelto. Según me ha contado no hay rastro de nuestros enemigos. Parece que se los haya tragado la tierra. Aprovechó para saquear algo de comida y armas. Esta noche mandaré a un equipo a que vayan a por el resto de la comida y de la munición.

Poco después de informar, el recluta se ha desmayado y ha empezado a sudar. Tenía mucha fiebre y le deliraba. Con un poco de suerte habrá cogido alguna enfermedad tropical. Ya sé que no estamos en el trópico, pero he oído que las enfermedades tropicales son mortales.

Día 118.
Los soldados llegaron con la comida, pero Roger se muestra receloso. Dice que pudiese ser algo que comió el chico lo que le provocó al terrible enfermedad. Es una posibilidad que no puedo descartar, pero para eso tengo a mi disposición unas cobayas de laboratorio excelentes: mis soldados.

El hijo del General ha empeorado en las últimas horas. Está tan caliente que Roger fríe la carne en el cuerpo del soldado. Además delira y dice cosas en sánscrito. No sé qué es eso del sánscrito pero tiene pinta de ser un idioma infernal.

Día 119.
El chaval ha muerto. Esta vez no pudimos aprovechar el cuerpo del chico, porque parecía estar incubando algo. De hecho, esta mañana le encontraron muerto con un agujero en el estómago. Parece que esa fue la causa de la muerte. Según Roger, es una muerte natural, alegando que con un agujero como ese en mitad del estómago, era natural que muriese.

Día 121.
En estos dos días los muertos se suceden. Hemos encontrado cuerpos devorados o a medio devorar. Con lágrimas en los ojos, Coleman ha sacrificado a Popo, su Sanbernardo, porque es el máximo culpable de lo sucedido. Si siguen habiendo muertes tendremos que sacrificar a Roger.

Día 123.
Mientras cenábamos se nos apareció algo. Estaba dentro del pollo que Roger acababa de servir. Se abalanzó sobre uno de nuestros soldado y le devoró el rostro. Después de la sorpresa inicial, cogimos nuestras ametralladoras y no paramos de dispararle. El monstuo se encerró en la cocina. Nosotros no podíamos entrar. Él no podía salir. Nosotros no podíamos comer. Él tampoco, porque se alimentaba de nosotros. Estuvimos toda la noche despiertos, esperando su siguiente movimiento.

Día 124.
Hubo un pequeño incidente con Coleman, que quería defender a su dios extraterrestre, pero antes de que prendiese fuego a toda la armería, conseguimos reducirle.

Día 125.
Después de muchas horas de insomnio, recibimos un mensaje del alienígena. Decía que podíamos llegar a un acuerdo. Él sólo quería sobrevivir y en realidad no quería hacernos daño. No intencionadamente, al menos. Después de muchos mensajes de ida y venida, decidimos que acoplaríamos a l alienígena como parte de nuestro ejército. A cambio sólo le pedíamos lealtad y que no podía atacar a nadie de nuestro bando.

Todo terminó relativamente bien. Roger bautizó al visitante como Alf, y así se le quedó el nombre, aunque Coleman insistía en llamarle “amo Alf” o, como mínimo, “señor Alf”. Mientras, el propio extraterrestre decidió convertir el cuerpo fallecido del hijo del General en su propio dormitorio particular.

Tardarán algunas semanas antes de que se refuerzan de nuevo nuestros odiados enemigos. Hasta ese momento, nos lo iremos tomando con calma.

Un beso.