CONTINÚA LA HISTORIA

Tuxina nos odia. A todos. Por eso nos hace esto. Hay que seguir la historia. Su historia.
Aquí están las otras partes:

Parte 1 - Parte 2 - Parte 3.

En anteriores episodios de "Tuxina nos toca los cajones": Una chica se va a tomar por culo a Gijón y decide quedar con un antiguo amante. Craso error. Un camión de la basura le atropella y le arrancan el brazo ortopédico.

El camión de la basura cruzaba la ciudad como un cuchillo caliente cruza un trozo de mantequilla. Hay algo autoimpuesto en los cerebros de todos los habitantes de las urbes que dotan a los camiones de basura como los auténticos reyes. Quizás al mismo nivel que los taxistas, aunque muchos lo dudarían.

De todos modos, cualquier persona sabe que la única forma de meter a cuatro elefantes en un camión es poner a dos delante y a dos de pie, detrás. Bueno, hay otra forma que tiene que ver con cortarlos en trocitos y meterlos dentro del propio camión. Pero aquí no se torturan animales. Sólo humanos.

Así pues tenemos a nuestro anti-héroe. Juan. El chico que hacía tanto tiempo a quien no veía. Moreno con el pelo rizado corto. Un polo rojo y unos vaqueros. Al final de todo habían unas náuticas. que casi no se veían. Siempre había tenido complejo de pie-de-nenaza.
Lo que nadie sabía era que debajo de esa capa de timidez, de vergüenza y algo de asquito, se encontraba la polla más grande de la historia de los reinos ibéricos. 65 céntimetros de churra asturiana dispuesta para agujerear.
Pero eso nadie lo sabía. Nadie lo sabía porque la única vez que había follado había sido con una chica que estaba medio inconsciente y que culpó su reciente tamaño del clítoris a que alguien le había metido una botella de champagne por ahí debajo.

A su lado encontramos a Pablo. Miembro fundador de los basureros "con inquietudes" y uno de los mariposones con más pluma del puerto de Gijón. Un tipo que tenía un radar para encontrar hombres con inquietudes. Y hombres bien dotados. Y sus dos alarmas, por una vez, estaban pitando al mismo tiempo. Era hora de poner toda la carne en el asador. Le sonrió.

En la parte delantera del camión se encontraba nuestra heroína manca, Paula, aunque sus amigos la llamasen "La Pingüina". Estaba llena de arañazos y cardenales. Y la ropa estaba hecha jirones por la que no se necesitaba mucha imaginación para adivnar un pezón. Y nada para ver un piercing en el otro. La chica cruzó las piernas con intención de provocar al conductor del camión, que según sus propias palabras conseguía que su coño estuviese dando palmas con solo mirarle. Lo que ella no sabía es que el conductor, Pedro, era la pareja de Paco, miembro fundador de los basureros con inquietudes y un gayer de cuidado.

Pese a la aparente pasividad, había un sujeto que estaba observando atentamente la evolución. Miraba de reojo a derecha e izquierda, para ver la señal que necesitaba para actuar.

Al cabo de un rato, mientras nuestra chica le ponía las pechugas delante de la cara, algo o alguien hizo una señal. Una señal sólo audible para alguien entrenado para ello. Y el único que había en el camión era el lemur.

Sin que nadie entendiese muy bien cómo, el lemur sacó una Kalashnikov de alguna parte y disparó al conductor una ráfaga de tiros que, en un alarde de realismo jamás visto, le mataron. El camión acabó dando vueltas de manzana y estrellándose sobre la farola una farola especialmente resistente.

Un grupo de lemures, todos vestidos como guerrilleros se acercaron con las armas preparadas para disparar. Saludaron con el puño en alto y hablaron en lemuriano común. Un idioma anti-descodificación.

Encontraron a la chica manca viva, aunque con la cabeza medio abierta. Duraría lo suficiente para que todos ellos satisficiesen sus necesidades sexuales básicas. Lo de entrar en celo había sido un problema, porque llevaban sólo tres días en Gijón y se habían follado todos los árboles, farolas y algún que otro perro de la ciudad.

En la parte de atrás del camión encontraron a Pablo desnudo, dentro del camión, siendo enculado por el espectacular pollón de nuestro anti-héroe. La putada es que con las vueltas de campana, la polla fue cercenada por uno de los dientes traseros del camión. Ahora nuestro amigo era realmente la desgracia humana que se esperaba de él. Incluso no tenía polla. Juan veía su futuro en la puerta de un circo, siendo presentado como el increíble hombre sin polla.

El jefe de la guerrilla lemur avanzó hacia los tres supervivientes y su polla. Habló con una voz grave y con acento alemán. Dijo:

- ¡La Revolución Lemuriana ha comenzado!. Sois nuestros rehenes, humanos. Si no hacéis lo que os ordenamos, seréis sacrificados a la gran diosa lemur.

En poco menos de lo que se tarda en decir "Jehová", los lemures se habían llevado a los rehenes a su base de operaciones. Ahora, en el escenario del accidnte sólo quedaba una inconmensurablemente grande y erecta polla cercenada sobre un charco de sangre.

La siguiente persona que debe seguir la historia es Céline. Ale, a joderse como todos.

Un beso.