ENEMIGOS PÚBLICOS (3ªPARTE)

Cada fin de semana, paseando por el Intercambiador de Moncloa, me encuentro a la misma tipa.
Es una tipa rara, y digo que es rara no sólo porque me da la gana a mi, sino porque la primera vez que me la encontré estaba discutiendo (lo que es peor que estuviese hablando) sola, y eso dice mucho sobre su estabilidad emocional.
Tiene una cara extraña. Unos ojos grandes donde se observa su desquicie y locura, y una nariz aún más enorme. Tiene un tono de piel muy moreno, casi rojizo. Y su pelo parece haberlo sacado de “Black Adder” (La viuda negra, para los españófilos, l´escurçó negre para quienes lo veíamos por Canal 33). Parece como si fuese calva y se pusiese una peluca al revés, para ir por la calle.
Ella es alta. Debe medir 1,80 fácilmente. Y extremadamente delgada. Y cuando me refiero a que está tan delgada no significa que esté ideal. No, no, está absolutamente esquelética y asquerosa.
Las extremidades, a parte de con su delgadez y decrepitud, son muy largas.
No sé porque pero siempre que la veo lleva la misma ropa: camiseta blanca, jersey rojo, falda roja encima de pantalones rojos, y unas botas negras.
Cuando no está conversando en voz alta con sus espíritus, se dedica a pedir dinero a la gente, o fuego, o cosas así.
La verdad es que me da un poco de miedo. Intento no pasar cerca suyo. Seguro que sabe que le tengo miedo y hace algo. A lo mejor es una psicótica. A lo mejor le digo que no llevo dinero y me clava un hacha en la espalda, como en “El Resplandior” (versión Simpsons, caro).
A lo mejor el psicótico soy yo,claro. Pero no es la primera vez que me encuentro con gente rara.
No sé, no sé…
Bueno, al menos, si es una psicópata homicida, he tenido suerte y he salvado mi vida, una semana más. Tengo que aguantar hasta nuestro suicidio colectivo…
Un beso.