4 de Abril 2012


LUCAS THE HEARTBREAKER

20 Motivos por los que George Lucas nos rompió el corazón.

20)Chewbacca es amiguito de Yoda : Una de tantas asociaciones entre las dos trilogías que George Lucas estableció de manera completamente innecesaria y artificial. En la antigua trilogía, Chewbacca era copiloto de Han Solo, a quien Luke conoce por casualidad en una taberna... la galaxia es muy grande, lógicamente, y la casualidad es casi el único modo plausible de conocer a alguien. Pues bien, en las precuelas vemos con asombro que Chewbacca y Yoda ya se conocían antes de eso. Con lo cual uno se pregunta si aquella galaxia es del tamaño de una pedanía de Soria, en la que todos son primos entre sí, han ido al mismo colegio, se han bañado en el mismo arroyo y se han emborrachado juntos por primera vez en las fiestas del pueblo. O eso, o que George Lucas nos toma por tontos. Que también puede ser.

19) Amidala muere en el parto
: Señal del escaso respeto de Lucas hacia su propia obra es el que ni siquiera recordase que la princesa Leia le contaba a su hermano Luke que su madre "estaba siempre triste", cuando Luke le pregunta cómo era ella. Es decir, que sabíamos que Leia conoció a su madre... y que ésta no murió en el parto como se nos cuenta en las precuelas. ¿Un desliz? ¿Un detalle menor? No, sólo uno de tantos síntomas de que George Lucas nos vendía un producto con la marca Star Wars y multitud de referencias (artificiosas) hacia la trilogía original, pero que en el fondo se la pelaba bastante el legado que habían dejado aquellas películas, así como sus argumentos y significados. "Pon gente delante de una cámara, encasqueta el logo Star Wars, y la gente comprará los DVDs y los juguetes". "Pero, George, es que Amidala no murió en el parto". "He dicho que la gente comprará los DVDs y los juguetes" (ayudante de George Lucas se ahoga lentamente).
Jedi_circle


18)Espaditas láser
: En la primera trilogía la espada láser era --al modo de las leyendas medievales o las historias de samurais-- un objeto icónico, representativo de una casta, los guerreros Jedi. Una casta cuyos miembros empleaban su arma emblemática en momentos muy determinados. Era la Excalibur del buen Jedi, un rasgo identificativo, como daba a entender el Emperador al sostener la espada de Luke Skywalker. El propio Darth Vader disponía de una espada láser debido a su pasado Jedi, esa "antigua religión" de la que el almirante Motti habla con desprecio justo antes de que un ofendido Vader empiece a estrangularlo. Pero en la segunda trilogía, la espada icónica se convierte en un objeto tan habitual como un cuchillo de cocina. De repente, todo el mundo utiliza espadas láser. No sólo hay Jedis a docenas --no me quejo de que los haya, ¡sino de que aparezcan en pantalla todos a la vez! ¿Dónde queda la magia de los Jedi? ¡Es como ver a cincuenta Harry Calahan en el mismo plano, todos armados con una Magnum!-- sino que además los Jedis de la nueva trilogía tienen la tendencia a desenfundar su espada a las primeras de cambio, con lo cual el objeto pierde todo su valor emblemático. Para terminar de empeorar esta sobresaturación de secuencias con espadas láser, también los villanos las tienen, aunque no sean Jedi. Aún peor: Darth Maul, por ejemplo, maneja una doble en forma de palitroque del programa Gladiadores Americanos (¿pero en qué estaba pensando Lucas?) y el general Grievous maneja cuatro espadas a la vez en plan ventilador. En definitiva, una sobreexposición del icono que le resta todo el encanto ceremonial a la principal seña de identidad de los Jedi, hasta un punto en que no hay demasiada diferencia entre Star Wars y una película de navajeros vallecanos de los ochenta.

17) A R2-D2 le conceden una medalla: Definitivamente uno de los momentos más estúpidos de las precuelas (lo cual ¡es decir mucho!) que habla muy poco de la atención que Lucas le ha prestado al mundo que él mismo ayudó a crear. R2-D2, que nosotros supiéramos, era simplemente un androide de servicio cuyo encanto radicaba en que ningún personaje del film se lo tomaba demasiado en serio (excepto otro robot, C3-PO), del mismo modo en que nosotros no nos tomaríamos en serio a nuestro microondas o a nuestro ordenador portátil. Eran los espectadores, no los personajes humanos de la pantalla, quien establecían un lazo de simpatía con el pequeño robot. En el mundo ficticio de Star Wars, R2-D2 era considerado poco más que una herramienta impersonal, lo cual resulta bastante lógico. Pues bien, en las precuelas lo vemos recibir una medalla directamente de la reina (¿qué?) por su "heroica" intervención en un acto bélico. Algo que, naturalmente, tiene tan poco sentido como condecorar a un microondas por cumplir el trabajo para el que ha sido fabricado. Pero claro, es R2-D2 y había que darle una medalla porque... porque... porque al público le gusta R2-D2. Supongo que Lucas pensó que eso le ayudaría a vender más juguetes. Lo rocambolesco es que en la primera película de la saga Luke Skywalker trataba a un veterano condecorado como si fuera un cacharro viejo... que es lo que era. Al parecer nadie avisó a Luke de que R2-D2, como pudimos ver en las precuelas, tenía un historial militar digno de Patton. O será que en 1977 hasta a George Lucas le parecía demasiado estúpida la idea.

16) La infancia de Anakin Skywalker: Hay muchas cosas que no necesitábamos saber sobre el pasado de Darth Vader --en realidad, no necesitábamos conocer ninguna-- pero muy especialmente su infancia. La amenaza fantasma es un desperdicio de metraje que narra una historia con nulo interés, describiéndonos cómo era Anakin Skywalker de pequeño. ¿Y cómo era? Pues un niño como todos los demás. Algo que aporta cero información valiosa al universo Star Wars, salvo que uno considere las carreritas del pequeño Anakin "información valiosa". Lucas podría haberse ahorrado esta películas y habernos contado algo más enjundioso. Ya sabíamos por Obi-Wan Kenobi que cuando conoció a Anakin, éste era "el mejor piloto de la galaxia", la versión espacial de las 500 millas de Indianápolis no aporta mucho más que unas cuantas secuencias de vacíos efectos especiales. Malgastar toda una película en demostrar lo que ya nos habían dicho con una única frase --la cual resultaba más que suficiente-- es otra buena muestra de que Lucas estaba pensando más en los CGI y el negocio de los juguetes que en ofrecer una narración interesante.

15) Anakin construye a C3-PO: El comentario habitual de los defensores de las precuelas que más gracia me hizo en su momento (afortunadamente, en la actualidad, los defensores son el bando en franca retirada) siempre fue el de que algunos estábamos "cegados por la nostalgia" y que por eso no captábamos las posibles virtudes de la nueva trilogía. Que esperábamos revivir la infancia con la nueva trilogía y que como tal cosa resultaba imposible, nos habíamos sentidos decepcionados. Un comentario sin sentido, desde luego. Resulta irónico que incluso el jeta de George Lucas haya hecho esta apreciación, cuando ha sido precisamente él quien más se ha empeñado en meter con calzador, de manera groseramente artificiosa y sin ninguna necesidad muchos elementos de la antigua trilogía en la nueva. Es lo que yo llamo "embutidos Star Wars". Un buen ejemplo es C3-PO, el androide de protocolo --básicamente un traductor-- el cual ahora resulta que fue fabricado por el pequeño Anakin Skywalker para ayudar en las tareas domésticas a su madre. Realmente, George, ¿había necesidad de que fuese el propio Darth Vader quien fabricó a C3-PO? ¿También pensaba decirle aquello de "yo soy tu padre" a un cochambroso robot traductor? Lo peor es que no hace falta remontarse a las películas originales para entender lo completamente estúpido de la ocurrencia. En el mismo Episodio I donde se nos cuenta queC3-Po fue una invención del pequeño Anakin, vemos... ¡a otros androides de protocolo exactamente iguales! Estos androides parecen fabricados en serie --lo cual sí tiene lógica--, es más, ¡incluso uno de ellos está guardado en la propia casa de Anakin! Pero no. George Lucas quería establecer lazos con la trilogía original aunque fuese sin ningún tipo de sentido. Anakin tuvo que fabricar a C3-PO, porque al parecer Lucas pensaba que cuanto más parentesco entre todos los elementos de Star Wars, más Star Wars resultaría todo. Bien, George, bien.

14) La infancia de Boba Fett: La galaxia es verdaderamente un pañuelo. Un personaje secundario de la antigua trilogía --un mero cazador de recompensas que está allí por el interés-- que se hizo especialmente popular y permitió vender muchos juguetes (todos los niños queríamos la figura de Darth Vader y la de Boba Fett) se convierte en otro "embutido Star Wars" que George Lucas encasqueta en las precuelas aunque la idea no tenga ni pies ni cabeza, sólo para provechar la popularidad del personaje entre los nostálgicos. Ahora vemos al carismático Boba Fett convertido en niño. Y no en cualquier niño, no. Es el hijo del tipo de quien se ha extraído el ADN para concebir los clones que forman las tropas de asalto imperial. Vamos, que ahora descubrimos que las tropas imperiales tienen todas la misma cara de su padre, el cual muere convirtiendo a Boba Fett en un hijo deseoso de venganza. Una ocurrencia verdaderamente grotesca, que transforma el antiguo universo Star Wars en un cruce entre Dinastía, Dallas y Los ricos también lloran. Aquel frío mercenario de Western galáctico es ahora un niño traumatizadito que está condenado a ver la cara de papá debajo de todos los cascos de soldados imperiales. Pobre.

13) Escuela de Jedis
: Que supiéramos, el aprendizaje Jedi era un complejo proceso de descubrimiento personal supervisado por uno o más mentores, maestros que tomaban a un aspirante y además de enseñarle técnicas guerreras, lo conducían de la mano en un camino de crecimiento y transformación espiritual plagado de peligros (recordemos el momento en que Luke ha de enfrentarse a sí mismo y a sus propios miedos como parte de dicho proceso). Así, Luke recibe guía y orientación de Obi-Wan Kenobi y de Yoda: la metamorfosis que conduce al dominio de la Fuerza requiere una estrecha supervisión y no permite fabricar Jedis en serie. Algo que encajaba perfectamente con la naturaleza excepcional de los caballeros Jedi. Pues bien, ahora resulta que no: ahora los niños aprendices de Jedi se agrupan en aulas como en los Escolapios, manejando su pequeña espadita láser --sí, en las precuelas hasta los niños tienen espadas láser-- y los vemos realizando un ejercicio estandarizado con un casco que les bloquea la visión. Un ejercicio que (manda narices) en el universo Star Wars no será inventado hasta treinta años después por Obi-Wan, quien improvisará sobre la marcha un ejercicio para Luke Skywalker, usando un casco de piloto propiedad de Han Solo que encuentra colgado en alguna percha del Halcón Milenario.

12) Matanza de niños: Se supone que corregir sobre la marcha es una virtud, pero en el caso de George Lucas y las precuelas suele conducir de la sartén a la brasas. Después de que las dos primeras precuelas fuesen consideradas demasiado blandas o pueriles, el director decidió dar un giro hacia la oscuridad y lo hizo, cómo no, muy malamente. Vemos a Anakin Skywalker dirigiéndose a matar unos niños (los mismos de la escuela Jedi), lo cual no era algo que asociáramos con el solemne Darth Vader, a quien veíamos siempre enfrentado con experimentados Jedis, almirantes, soldados, incluso con su propio hijo convertido ya en adulto. Es decir, Darth Vader combatía con gente que pudiera plantarle cara. Esto reforzaba la imagen de Vader como un individuo poderoso, que no repararía siquiera en la presencia de un grupo de escolares, no digamos ya molestarse en rebanarlos con la espada láser. No es cuestión de maldad, ya que Vader ordenaba arrasar planetas enteros, sabemos eso. Pero lo de matar niños personalmente cruza la línea que divide al villano molón del asesino en serie, y esa es toda una línea que separa géneros cinematográficos enteros. Lucas decidió que Anakin Skywalker debía convertirse en la versión espacial de Andrei Chikatilo --ocurrencia más bien desagradable, francamente-- lo cual no sólo choca con nuestro concepto de Darth Vader como de alguien que no se ocupa de asuntos nimios, sino que además pervierte el proceso de atracción de Anakin hacia el Lado Oscuro transformándolo en una especie de arrebato psicopático incontrolado. En su intento de convertir las precuelas en algo más "adulto", quedó claro que Lucas no conoce el término medio entre el chiste pueril y la simple barbaridad de film de Haneke, y al parecer su receta para oscurecer la trama consistía en el recurso facilón de insinuar crímenes horrendos como la susodicha masacre de menores (y eso que Lucas se había defendido varias veces de las acusaciones de puerilidad diciendo que eran "películas para niños"... menuda cara). Eso sí, la matanza de "younglings" (Lucas no quería que se pronunciase la frase "matar niños" en el film, así que se inventó una palabra sobre la marcha) propició la secuencia más hilarante de Ewan McGregor en toda la trilogía. Un momento que se suponía debía ser desgarrador, pero que resulta francamente cómico. Y no culpo al pobre McGregor... no se me ocurre cómo demonios podría algún actor pronunciar semejante frase de manera convincente.

11) Los diálogos románticos entre Anakin y Padmé: Si recordamos las películas originales, la historia de amor entre la princesa Leia y Han Solo resultaba, cuanto menos, interesante. Dos personajes con aparentemente poco en común pero con un mismo sentido del cortejo, que nos dejaron algunos diálogos memorables (cosa rara en Lucas; los diálogos nunca han sido su especialidad) que a veces, de hecho, eran inventados por los propios actores. Por ejemplo:

--Han: "Admítelo, hay veces en que piensas que no estoy tan mal"
--Leia: "A veces, quizá, cuando no te comportas como un sivergüenza"
--Han: "Te gusto porque soy un sinvergüenza. No hay bastantes sinvergüenzas en tu vida"
--Leia: "Resulta que me gustan los hombres decentes"
--Han: "...yo soy un hombre decente"

...lo admito, a mí también me costaría decir algo coherente en presencia de esta mujer, pero, ¡joder! Al menos me esforzaría en no parecer directamente salido de "El diario de Bridget Jones".

Cuatro o cinco frases que, sin estar necesariamente al nivel de William Shakespeare, al menos resumen a la perfección lo que ocurre entre estos dos personajes. Con ese breve diálogo podemos intuir algunas cosas sobre su relación. Él, desde el principio, se había escondido bajo una máscara de individuo autosuficiente, cínico y pasota. Pero ella nota que debajo hay algo más y eso la enternece. Él, finalmente, acaba confesando que efectivamente es algo más que un sinvergüenza, que en el fondo es un buen chico, lo cual es probablemente una revelación íntima que nunca le había hecho a nadie. En otra secuencia, comprobamos que efectivamente Han es algo más que un sinvergüenza cuando vemos que intenta minimizar el futuro sufrimiento de Leia por perderle, en el momento en que ambos piensan que Han Solo va a ser congelado y probablemente va a morir:

--Leia: "Te quiero"
--Han: "Lo sé"

Él, obviamente, también la quiere. De hecho, más que ella a él... pero no lo dice para no empeorar el dolor de su amada. Lo dicho, diálogos breves pero expresivos, que cumplen la función que deberían cumplir: resumir la esencia de la relación entre los dos personajes. Comparemos ahora con lo que sucede con Anakin y Padmé en las precuelas. Y elijamos uno de los supuestos diálogos cumbre del romance entre ambos para comprobar si también podemos intuir algo sobre la historia que hay detrás y el tipo de relación que mantienen. Este diálogo es real, está en la película, no es un resumen sarcástico hecho por mí aunque lo parezca:

--Anakin: "Eres tan bella"
--Padmé: "Es sólo porque estoy enamorada"
--Anakin: "No, es porque yo estoy tan enamorado de ti"
--Padmé: "¿Así que el amor te ha cegado?"
--Anakin: "Bueno, eso no es exactamente lo que quise decir"
--Padmé: "Pero es probablemente cierto"

Cuando el amigo lector haya terminado de vomitar, podrá probablemente coincidir en que la única historia que parece haber detrás de esto es una sobredosis de chupitos en una discoteca hortera del litoral, entre dos individuos que probablemente tienen ya los ojos como huevos duros y la lengua como una esponja de esparto. Esta es la tónica entre Anakin y Padmé: diálogos cursis repletos de palabrería meliflua, intercalados entre diversas quejas de Anakin sobre esto y aquello, y adornados con escenitas de postal como la de Anakin pelándole una frutita a Padmé o la de ambos rodando por las flores en plan La casa de la pradera. Sí, al lado de esto, el romance entre Leia y Han parece verdaderamente escrito por Shakespeare.

10) Las constantes quejas y lloriqueos de Anakin Skywalker
: En el episodio IV, Obi-Wan Kenobi hablaba de Anakin con nostalgia, diciendo que fue "un buen amigo". Aunque la vieja trilogía no daba demasiada información sobre el pasado de Darth Vader (ni falta que hacía) nos quedó la impresión de que Anakin Skywalker, el padre de Luke, fue un hombre admirable que no pudo resistir la tentación de intentar convertirse en alguien más poderoso y terminó por ello sucumbiendo al Lado Oscuro. Ese "reverso tenebroso" era algo que identificábamos con la ira, sí, pero sobre todo con la ambición y las ansias de someter a la galaxia a los propios dictados. Darth Vader no parecía odiar a nadie --por más que tuviese sus arrebatos de furia ocasionales-- sino que sencillamente deseaba acumular la mayor cantidad posible de poder. En él veíamos un personaje motivado sobre todo por la ambición, hasta el punto de que incluso sueña con derrocar al Emperador. Pero en el Anakin de las precuelas nunca vemos al hombre admirable que después sucumbe al Lado Oscuro, sino más bien a un jovenzuelo quejica que vive en un estado de rabieta permanente. Un niñato malcriado y por momentos insoportable, que era sólo cuestión de tiempo que terminase liándola si le ponían una espada láser en la mano. Su actitud, más propia de un pastillero en el aparcamiento de Masía que de un admirable caballero Jedi tentado por las ansias de poder, tiene un nulo paralelismo con la personalidad del Darth Vader de la vieja trilogía. Lo cual es un auténtico problema, teniendo en cuenta que --se supone-- la línea argumental principal de las precuelas es la transformación de Anakin Skywalker en el Darth Vader que ya conocíamos.

9) Las peleas de Yoda
: Cuando Luke Skywalker conoce a Yoda, se asombra de que un individuo tan canijo e insignificante fuese considerado un gran guerrero. Esta es una gran lección para Luke, porque Yoda ejemplifica que el poder de un Jedi no radica en su cuerpo, sino en su mente. Yoda es considerado el más grande de los maestros Jedi precisamente por lo que su mente es capaz de hacer. Y casi al modo de los antiguos Shao-lin, Yoda vive retirado, llevando la existencia de renuncia propia de un eremita, transmitiendo el mensaje de que, además, la guerra es la última opción para él. En definitiva: el personaje Yoda funcionaba gracias a ese carácter de maestro espiritual, muy anclado en tradiciones orientales. Alguien de quien sabemos fue un guerrero pero al que no vemos ejercer la violencia y que muestra que la finalidad de un Jedi no es sencillamente la de saber manejar una espada, sino la de alcanzar un estado superior de sabiduría. Pues bien, toda esta aureola espiritual se va al garete en las precuelas cuando vemos a Yoda convertido en una especie de teleñeco que acabase de tragarse una bolsa de anfetaminas, dando saltos y volteretas circenses en peleas más propias del Street Fighter. Esto, por descontado, arruina por completo la imagen que teníamos de él como la de un sabio apartado del mundanal ruido. Sí, ya sabíamos que Yoda había sido un gran guerrero en el pasado, pero en una película decir algo no debe equivaler siempre a mostrarlo. En ocasiones basta con insinuar una información, dejando el resto a la imaginación del público, y no mostrarlo visualmente para que no choque con la imagen mental que cada espectador pueda haberse formado del pasado de Yoda. Pero como al parecer Lucas no confía en la imagen mental del espectador --y eso que, como me decía alguien un día, cualquiera de nosotros podría haber imaginado una historia mejor para las precuelas que la inventada por el propio George Lucas--, el director decidió que había que mostrarlo todo porque la única imagen mental que valía aquí era la suya. Error de principiante en un director: no dejar parcelas a la imaginación del espectador. Yoda estaba bien en su casita del bosque. No necesitábamos verlo dando botes alocadamente. Hay secuencias innecesarias que sencillamente defenestran la esencia de un personaje y eso es algo que Lucas debería haber sabido a estas alturas.

8) Qui-Gon Jinn: Cuando pensábamos que un Jedi era un individuo admirable, que usa la Fuerza para propósitos benignos, llega Qui-Gon Jinn para desengañarnos y, cómo no, destruir uno más de los mitos de Star Wars. El viejo Obi-Wan o Luke Skywalker usaban sus trucos de manipulación mental o telequinesis sólo para sortear determinados peligros en persecución de un noble propósito: escapar de las tropas imperiales, entrar en el palacio de Jabba para rescatar a Leia, etc. Pero Qui-Gon, cuyo sentido de la picaresca parece directamente salido de una película de Pajares y Esteso, usa sus poderes para cosas tan edificantes como estafar a un comerciante (usando sus trucos mentales para hacerle aceptar como pago una moneda que el pobre tipo consideraba inadecuada) o hacer trampas en una partida de dados. Tal vez Qui-Gon Jinn no esté en el Lado Oscuro de la Fuerza, pero desde luego está en el Lado Sinvergüenza de la Fuerza. Una vez más, cuesta imaginar por qué George Lucas incluye un personaje cuyo comportamiento contradice lo que creíamos saber sobre los caballeros Jedi, ejemplos de comportamiento en la galaxia. Su único propósito debe de ser el de seguir cargándose todo lo que de mágico tenía el universo Star Wars. A Qui-Gon sólo le falta usar la Fuerza para desabrochar la blusa de Natalie Portman... algo que, por una vez, los espectadores hubiésemos agradecido, ya puestos a tirar de truquitos mentales.

7) Jar-Jar Binks: No merece mucho más comentario. Un personaje que George Lucas creyó que resultaría "gracioso" y "entrañable" terminó --como era de esperar viendo lo invariablemente certero de su criterio-- poniendo de los nervios a la inmensa mayoría de espectadores... al menos a los que no llevasen ya pañales. Jar-Jar no fue el único problema de The Phantom Menace, probablemente ni siquiera el principal. Pero sí fue el más rápidamente detectable y el más inmediatamente denostado, hasta el punto de que Lucas se vio obligado a reducir la presencia de Jar-Jar en las posteriores películas. Este inexplicable personaje fue la primera cabeza de turco del público y eso no resulta extraño dado lo sangrante de su inapropiado humor --¿chistes de flatulencias y excrementos en Star Wars, George? De acuerdo, ¡me bajo en esta parada!-- y de una irritante forma de hablar concebida quizá para que los niños de medio mundo la imitasen en el patio del colegio... algo que no sé si sucedió, pero que dudo bastante. Lucas, como de costumbre, menosprecia a su público y probablemente pensó que las chanzas para niños de tres años serían toleradas por el resto si se mezclaban con toneladas de efectos especiales. No es que en la antigua trilogía no hubiese ciertos toques de humor pueril, pero por lo general estaban más bien dispersos y desde luego no hacían referencia tan directa a funciones corporales de esas que George Lucas considera "comedia". Coló con los Ewoks, pero no se puede tentar dos veces a la fortuna.

6) Política: En principio, y sobre el papel, no tendría problema en que Lucas intentase introducir un elemento de geopolítica (¿o debería decir "cosmopolítica"?) en la saga Star Wars. A fin de cuentas, la trilogía original bebía de muchas fuentes de la ciencia ficción y las intrigas políticas a lo Fundación de Asimov podrían tener su sitio como una fuente de inspiración más, por qué no. Pero, una vez más, la cosa no funcionó en las precuelas. ¿El problema? Uno, las tramas políticas de la nueva trilogía son absurdas --más absurdas cuanto más se molesta uno en profundizar un poco en lo que nos están narrando-- y sobre todo, son aburridas. Las conversaciones sobre tratados comerciales, votaciones del senado y demás parafernalia diplomática no son más que insulso relleno entre una caótica secuencia de acción y otra, o entre un embarazoso momento Anakin-Padmé y otro. Incluso esta idea de introducir aspectos políticos en la trama, que podría haber tenido cierto sentido ejecutada de otra manera, termina en completo desastre. Los arcos argumentales épicos de la primera trilogía son sustituidos por una especie de difuso publirreportaje parlamentario repleto de cháchara intrascendente de una risible solemnidad, con intrigas palaciegas consistentes en "vamos a sentarnos en un sofá a hablar de cosas que no le importan a nadie mientras en el ventanal vemos millones de efectos computerizados destinados a recordarnos que, efectivamente, el diálogo no es lo más importante de esta escena en la que, sin embargo, no hacemos más que hablar". Trágico.

5) Midiclorianos: "La Fuerza un poderoso aliado es. La vida la crea, la hace crecer. Es una energía que nos rodea y nos une. Seres luminosos somos, no burda materia. Debes sentir la Fuerza a tu alrededor: aquí, contigo, conmigo, en el árbol, en la roca... en todas partes". Con este discurso, Yoda describía la Fuerza en la vieja trilogía. Una fuerza inmaterial --prácticamente magia-- que confería al poder de los Jedis un aire místico, y cuyo dominio dependía de cuestiones espirituales, para bien o para mal: lado luminoso y lado oscuro, Ying y Yang. El concepto de la Fuerza formaba parte del mismo núcleo de fantasía de la saga, siendo quizá el ingrediente más importante, y como mínimo parecía uno de los elementos más indiscutibles e intocables del universo Star Wars. Pues no. En el infausto Episodio I, Lucas decidió que la Fuerza ya no era desprendida por los árboles o las rocas, y que tampoco flotaba libre en la naturaleza, sino que residía en unos microorganismos --los "midiclorianos"-- con los que uno nacía y que podían ser cuantificados con un análisis de sangre, como si fuesen leucocitos o plaquetas. Este detalle, aparentemente pequeño e intrascendente, tenía sin embargo efectos demoledores en el mundo de fantasía al que estábamos acostumbrados: pulverizaba la aureola mística de la Fuerza. Era como si Tolkien hubiese sacado una nueva novela donde desvelaba que la gente perseguía el Anillo Único porque estaba repleto de cocaína. Es decir, un disparate. Además, la ocurrencia pulverizaba también una de las frases más famosas de la trilogía, la célebre "que la fuerza sea contigo", que ahora queda reducida a un vulgar "que te suba el recuento de midiclorianos"... más propia de la sala de espera de un ambulatorio, me temo.

4) Anakin de la Inmaculada Concepción: Lo que resulta verdaderamente extraño es que, dado el intento de George Lucas de darle una innecesaria explicación "científica" a la Fuerza, intentando al parecer reducir los aires mágicos de la saga, recurriese a mitos bíblicos para describir el origen del personaje principal de las precuelas, Anakin Skywalker. Lucas no sólo es capaz de contradecir el espíritu de las viejas películas, sino que ni siquiera se aclara a la hora de decidir qué espíritu quiere darle a las nuevas: si un tono de ciencia ficción adulta, si un tono de aventuras infantiles, si un tono de épica espacial mágica o de neorrealismo galáctico. Así, en La amenaza fantasma nos desayunamos con que Anakin Skywalker había nacido de una madre virgen. Sí, como Jesucristo. Este fue probablemente uno de los detalles que más perplejos dejó a los viejos fans: ¿para qué explicar la Fuerza mediante unas celulitas si después resultaba que Darth Vader había tenido una concepción propia del Evangelio? Pues bien...

3) George Lucas insinúa que el Emperador es el "padre" de Darth Vader: El nacimiento inmaculado de Anakin era probablemente un intento de Lucas de repetir aquella célebre "yo soy tu padre" de la primera trilogía, con seguridad el momento más famoso de toda la saga. Porque durante las precuelas, el senador Palpatine --futuro Emperador-- le describe a Anakin cómo los midiclorianos pueden usarse para crear vida. Lucas, que probablemente tenía pensada alguna chocante secuencia al respecto --un nuevo "yo soy tu padre"-- al parecer no se atrevió a ir más allá de esta insinuación, pero la idea subyacente está clara y es digna de todo un culebrón venezolano: el Emperador, mediante la Fuerza (y ejerciendo básicamente funciones de Espíritu Santo) dejó embarazada a la madre de Anakin Skywalker, con lo que Palpatine sería padre de Darth Vader y abuelo de Luke Skywalker y la princesa Leia. Una de las varias ocasiones en que Lucas ha intentado (infructuosamente) repetir en las precuelas esquemas de las antiguas películas... algo bastante irónico, teniendo en cuenta los comentarios del director hacia los "fans nostálgicos" que no entendían sus nuevos films. Afortunadamente --según se mire, claro-- parece que a Lucas se le han quitado las ganas de rodar aquella tercera trilogía que tenía en mente, porque en unas hipotéticas secuelas y gracias a la fecunda ubicuidad de los midiclorianos, todo el mundo hubiese terminado siendo padre de todo el mundo y la cosa hubiese acabado peor que en La venganza de Don Mendo.

2) Nooooooooo!: No siempre puede uno señalar con seguridad el momento preciso en que la aureola de un personaje es hecha trizas por su propio creador. Pero sí, al final de Revenge of the Sith George Lucas consigue lo imposible: defenestrar a uno de los villanos más legendarios de la historia del celuloide. Cuando Darth Vader acaba de renacer de sus cenizas, lo primero que hace es preguntar por Padmé (lo cual ya es de por sí bastante impropio de un personaje similar, ¿el viaje al Lado Oscuro consiste en preguntar constantemente por su novia? ¡He visto canallas peores en las discotecas de mi barrio!). El Emperador le dice que Padmé está muerta... entonces Darth Vader (o un mal sucedáneo, porque me niego a aceptar que "eso" sea Darth Vader) protagoniza uno de los momentos de vergüenza ajena más horripilantes de la historia del cine. Resulta imposible ponerse en el lugar de Lucas e imaginar qué demonios pretendía transmitir con esta secuencia, pero entre contemplar este grito y ver a Darth Vader sentado en un inodoro no hay demasiada diferencia. Es muy simple: hay actitudes que nunca deberíamos ver en ciertos personajes, porque no es que los desmitifiquen, es que se los cargan. Parece mentira que Lucas no lo haya comprendido después de tanto tiempo, pero una de las grandes bazas del universo Star Wars era precisamente que Darth Vader, además de ser malvado, era un individuo "cool". Una especie de Harry Callahan del espacio: duro, frío, expeditivo, que apenas dejaba entrever más emociones que la ambición y una muy ocasional furia asesina contra cualquiera que le llevase la contraria. Sí, al final de El retorno del jedi lo veíamos actuar de manera noble por primera vez, al salvar a su hijo de la tortura del Emperador, pero aparte del detalle de verlo sin el casco --detalle que nunca me gustó, pero que admito tiene un cierto sentido, para que Luke viese el rostro de su padre-- no dejaba de ser un momento de redención que cerraba el círculo de su historia y que, en realidad, acentuaba toda su maldad anterior. Aquel detalle final fue más que suficiente para hacernos entender cuál había sido el proceso de corrupción de Anakin Skywalker, mostrándonos --en una sola secuencia-- ese mismo proceso a la inversa, haciéndonos recuperar al hombre que una vez fue. Darth Vader, a pesar de lo que él mismo creía, no buscaba el poder a cualquier precio y la vida de su hijo terminó pareciéndole un precio demasiado alto. Quizá no un momento totalmente convincente, pero que, por qué no, servía como cierre para la historia. Muy bien, George, ya habíamos captado la idea hace treinta años. Mostrarnos ahora a Darth Vader aullando es una idea atroz, no solamente se carga la aureola del personaje, sino que no tiene ningún sentido ni siquiera considerando las precuelas como una trilogía aislada. ¿No se supone que la aparición de Darth Vader es la culminación del proceso de atracción hacia el Lado Oscuro de Anakin? Lo que se necesitaba era otra clase de secuencia, no sé, por ejemplo: Padmé apelando al amor de un Anakin ya enfundado en su máscara, y este --convertido definitivamente en Vader-- limitándose a ignorarla fríamente, motivado por cuestiones que ya poco tienen que ver con el amor, el afecto o las relaciones humanas normales, sino con la ambición y las ansias de poder. Más o menos como la secuencia final de El Padrino entre Michael Corleone y su esposa. Este tipo de secuencia, u otra equivalente, hubiese cerrado el círculo de la moderna trilogía de manera más adecuada, completando el tránsito de Anakin hacia el "reverso tenebroso de la Fuerza" y mostrándonos el instante en que Anakin ha "muerto" para dejar paso a Darth Vader. Pero no, al parecer Lucas pensó que nos agradaría mucho más ver a Darth Vader lloriqueando. El día en que Darth Vader murió... y buena parte de nuestras infancias con él.

1) Otra vez Nooooooooo!
: Ese llanto vacuno de Darth Vader era tan aberrante y estaba tan fuera de lugar que se convirtió rápidamente en objeto de mofa y de parodia, tendencia que no ha hecho sino empeorar con la extensión de Internet y de medios como Youtube. La secuencia resume la esencia de los innumerables errores de George Lucas en la nueva trilogía: tomar todo aquello que funcionaba en el universo Star Wars y darle un nuevo giro... para que dejase de funcionar. Algo que mucha gente, cada vez más, le ha echado en cara al director. ¿Cómo ha reaccionado Lucas al aluvión de críticas? Pues bien, en plan "la pelota es mía y me voy a mi casa, así que se acabó el partido". No sólo anunció que renunciaba a rodar la tercera trilogía --eso nos parece bien, ¡que lo haga otro!-- sino que fue mucho más allá: empezó a retocar las legendarias películas originales con elementos propios de las denostadas precuelas. En sucesivas ediciones de la vieja trilogía ha ido introduciendo nuevas secuencias de CGI, y cometió auténticas barbaridades cinematográficas como la de insertar a Hayden Christensen al final de El retorno del Jedi. Prácticamente nadie entendió esta política de retoques sino como una manera de sacar partido comercial, en un principio. Y de homogeneizar las dos trilogías para aminorar las críticas, después. Lucas, en una jugada digna del 1984 de Orwell, pensó que si cambiaba el pasado llegaría un momento en que las nuevas generaciones sencillamente no entenderían el por qué las precuelas disgustaron a la inmensa mayoría de los antiguos fans. Aprovechando que, por cuestiones de formato, resulta cada vez más difícil acceder a las viejas películas tal y como fueron vistas en su día, Lucas ha seguido con la política de insertar parches en ellas, confiando en que llegará el día en que nadie entenderá por qué se criticó tanto los episodios I, II y III. Una de sus últimas jugadas --y probablemente la peor-- se ha producido con la edición en Blu-Ray de El retorno del Jedi. Cansado de que la gente se burlase del infame "¡Noooo!" de Darth Vader en La venganza de los Sith, George Lucas tuvo --perdónenme el exabrupto, pero es que no hay otra forma de decirlo-- los santos cojones de retocar el sonido de la secuencia cumbre de El retorno del Jedi, en la que Vader salva a Luke de las garras del emperador. En la escena original, Vader no decía una palabra, pero Lucas la ha modificado haciendo que nuestro (hasta ahora) villano favorito volviese a decir "¡nooo!" como en la más criticada de las secuencias de las precuelas. Es decir, Lucas no sólo no rectifica, sino que ¡cambia las películas antiguas para que las críticas hacia su persona dejen de tener sentido! Nunca he visto a ningún artista intentar preservar su lugar en la posteridad de manera tan cochambrosa y barata. Gracias al maligno retoque del amigo George, Darth vader dice "noooo" no ya una vez, sino ¡dos veces en la misma secuencia! Bravo George, el Gran Hermano estaría orgulloso de ti: si cambiamos los restos documentales del pasado, el pasado será lo que queramos que sea. Ni que decir tiene que eso arruina completamente la antigua secuencia, en la que contemplábamos a un Darth Vader silencioso que ve cómo su hijo es torturado... precisamente en ese silencio de Vader radica el poder de la escena --"¿qué estará pensando Vader, oculto detrás de su máscara?"-- y sin embargo ahora nos quedamos con esto (no, no es un montaje cómico hecho por un usuario de Youtube; es el cambio real que Lucas introdujo en la edición Blu-Ray norteamericana). La cosa es muy sencilla: George Lucas no tiene el más mínimo asomo de respeto a sus antiguos espectadores. Muy bien, no tiene por qué... la historia es suya, ¡pues que no espere que le tengamos respeto nosotros a él!

Que los midiclorianos os acompañen.

LINK

Un beso.

Escrito por Jake| 4 de Abril 2012 a las 12:06 PM|


Comentarios

Sad but True. Maldito Lucas...

El Replicante es MaY| 4 de Abril 2012 a las 12:40 PM

Sep. Un mariconsón.

El Replicante es Jake| 4 de Abril 2012 a las 02:53 PM

Ahora es cuando alguien asoma por aquí y dice "bueno, no estaban tan mal..." ¿no?
xDDDDD

Por lo demás, +1 al post... Aunque yo aún incluiría hasta más cosas xDD

El Replicante es Allyenna| 4 de Abril 2012 a las 08:54 PM

Adelante xD

El Replicante es Jake| 4 de Abril 2012 a las 11:04 PM

Jajajajajajaja, pues para empezar una de las cosas más absurdas, y ya que mencionamos a los niños (¡¡los niños!! ¿es que nadie piensa en los niños?)... Siempre me pareció ridículo, por no ir más allá, que los younglings fuesen capaces de plantar cara a todo el que se les plantaba delante, casi sabiendo en plan adivinatorio que iban a por ellos y qué iban a hacer... Mientras que los supuestos mega Maestros Jedi fuesen de alelados por la vida, y no se enterasen siquiera cuando estaban hablando en sus mismas espaldas sobre matarles ¡en su propia espalda! y así caen, como moscas, vamos, que éso deja claro que para ser un Maestro Jedi debes renunciar a un sentido... Y ellos eligieron el oído xDDD

Y así podría seguir y seguir y seguir xDDD

El Replicante es Allyenna| 5 de Abril 2012 a las 01:21 AM

jajaja, pues sí.

El Replicante es Jake| 5 de Abril 2012 a las 04:26 PM


¡Al ataque!










¿Debo recordarte?