El espacio. La última frontera...
Recordaba cuando veía la tele de niño y hablaban del espacio. Era algo emocionante y desconocido. Alienígenas horripilantes, planetas extraños, sables láser... Era maravilloso. Por eso, treinta años después, se hizo astronauta.
La realidad era muy diferente. Era un puto coñazo. Ni marcianos, ni monstruos, ni agujeros negros. Llevaba dos años ahí metido en la nave sin saber qué hacer. No había nadie a excepción de la conciencia de la nave a la que había llamado Jotacéne. No se podía tener conversaciones con ella porque siempre tenía razón y eso era insoportable para su ego. Incluso cuando la reprogramó para convertirla en fan del Atlético de Madrid. Aun así, le daba razones de peso* para considerarlo el mejor equipo de la historia del fútbol.
Dar paseos por la nave no tenían sentido y salir al exterior era demasiado costoso. Tenía que ponerse el traje, despresurizar la sala, salir a cámara lenta, dar una pequeña vuelta con el frío estelar congelándole los pezones, volver a la nave, despresurizar la sala, quitarse el traje... ¡es que tardaba como dos horas ponerse ese puto traje! Joer, ni que estuvieran en la puta Edad Media. Tenía un ordenador para comunicarse con la NASA en caso de necesidad y en el que había intentado instalar el World of Warcraft, pero su ordenador era un jodido 486. ¿Pero eso no era la NASA? ¿La organización más desarrollada del mundo? Ni siquiera te regalaban esos ordenadores en el Cash & Converters.
Así que se pasaba todo el día en el facebook chateando con gente que ni conocía. Su obsesión por tener más amigos que nadie en ese trasto hacía que hubiese agregado a miles de personas que no sabía quiénes eran. Incluso había agregado a Justin Bieber, pero creía que era falso, porque escribía sorprendentemente bien en español.
Notó un pequeño dolor estomacal y tuvo una idea. Su vida era un coñazo y sólo esas pequeñas cosas hacían su existencia más llevadera. Se acercó al panel de control de la nave espacial y pulsó el botón de antigravedad.
De repente, empezó a elevarse hasta quedar suspendido en el aire. Daba pequeñas vueltas en el aire, sin control de ningún tipo. Braceó hasta el centro de la sala central, la más grande de la nave espacial. Cuando estuvo ahí, se quedó un rato pensando si lo que iba a hacer era correcto.
Lo había hecho miles de veces y nunca había pasado nada. Sabía que él era el único ser vivo de la nave y que la cámara que lo conectaba a la NASA llevaba mucho tiempo estropeada. Aun así, aguantó la respiración por si escuchaba algún ruido de algún lado.
Pasados unos segundos, se quitó los pantalones y empezó a cagar. Los trozos de mierda que habían salido de su culo estaban flotando lentamente, girando sobre sí mismos, con un pequeño satélite de maíz que no se había digerido. Menos mal que no era diarrea, pensó. Éso sí que era una guarrada. Después de eso, le vinieron ganas de hacer pis. Ése era un asunto más complejo porque era mucho más difícil de esquivar. Se propulsó hacia atrás mientras un flujo de agua amarilla salía a chorro de su polla. La mayor parte del líquido se fue alejando de él, incluyendo las últimas gotitas de rigor.
Cuando hubo acabado de su pequeña fiesta, braceó de nuevo hacia la sala de control y volvió a instalar la gravedad. Hubo un pequeño golpe en el suelo, cuando aterrizó de espaldas. Luego dijo la palabra mágica que hacía que todo eso tuviese sentido.
Era la palabra: "Limpia".
En ese mismo momento, se oyó a Jotacéne recoger sus depuestos mientras maldecía por lo bajines.
* Jesús Gil era gran parte de ese peso.
Un beso.
Escrito por Jake|21 de Enero 2011 a las 12:26 AM|¡Qué cerdada! Y no lo digo por Gil, un hombre que siempre me pareció entrañable.
El Replicante es Inagotable|21 de Enero 2011 a las 10:02 AMEra entrañable hasta que salía en la piscina con tres tías en bikini.
El Replicante es Jake|21 de Enero 2011 a las 01:03 PMEsa tal Jotacéne ¿tenía la mente limpía?
Por lo demás, otro post de mierda del sr Jake.
Sabía que los echaba de menos.
El Replicante es Jake|21 de Enero 2011 a las 03:29 PM