J. BOGART

Suena el timbre de la puerta.

Al abrir, se encuentra a una mujer. Tiene el pelo castaño recogido en un moño y una cara extremadamente maquillada. Viste una camiseta de tirantes con un gran escote y una falda corta. Lleva unas medias de rejillas rotas y unas botas negras que le llegan hasta la rodilla.

- Oh, Bogart... - dice suspirando la chica.
- Hola, nena -dice el hombre-. Cuánto tiempo.
- ¿Puedo pasar?

El hombre se hace a un lado y la chica entra en la habitación llevando con sí un maleta de mano de apariencia bastante pesada que dejó encima de la cama.

El tipo, que va vestido con una camisa negra y unos pantalones a juego, cierra la puerta de golpe y se sienta en una silla. Saca un cigarrillo, se lo pone entre los labios y lo enciende. Mientras lo saborea, mira a la chica.

- Te preguntarás qué hago aquí... -empieza a decir la chica-.
- Sobretodo después de cómo terminamos.
- He tenido tiempo para pensar, Javi.
- No me llames así, querida. Sabes que lo odio.
- De acuerdo. Perdóname, Bogart.

El tipo de nombre Bogart se quita el cigarrillo de la boca. Expulsa una bocanada de humo y dice:

- ¿Y en qué has estado pensando en estos cinco años?
- En ti... en nosotros...

La chica está temblando nerviosa. No deja de dar saltitos de una pierna a otra mientras que el hombre la mira. Vuelve a colocarse el cigarrillo en la boca. Con los dedos índice y pulgar. Como los hombres de verdad.

- ¿Y has llegado a alguna conclusión? -Él sabe cómo iba a terminar todo. Sólo quería hacerla sufrir. Ella también lo sabía-.
- Yo... tú... eran otros tiempos. Necesitaba vivir otras cosas. Alejarme de todo esto que me habías dado - la chica empieza a llorar y el rímel le cae por los ojos-. Necesitaba descubrir otras cosas.
- Ya, ya... ¿Y ahora de repente quieres volver?

El hombre se levanta casi de un salto y se coloca delante de la chica.

- Me.. me he dado cuenta lo mucho que te echo de menos... Yo...
- ¿Y que te hace pensar que yo te he echado de menos, nena?
- Sé que nadie te ha dado lo que yo te he dado, Bogart.
- Por supuesto que sí. He encontrado eso y más.

La chica empieza a estallar en un llanto todavía más fuerte. Agacha la cara. El resto del cuerpo está rígido.

- Venga, nena. No te hagas esto. No te humilles más.
- Por favor. Dame una oportunidad más o yo... o yo...

La chica saca un cuchillo de alguna parte de su espalda. Se coloca el cuchillo a la altura del corazón, pero está tan temblorosa que si se lo clavara estaría más cerca de darse en el hígado que en el pecho.

- No es necesario que hagas esto. Límpiate la cara.

El hombre le coge el cuchillo y lo tira a un rincón.

La tía se le queda mirando. Se ha secado las lágrimas. Pregunta:

- ¿Y bien?

- Lo has hecho muy bien, nena. Muy bien.

El tipo, de nombre Bogart, saca una cartera de su bolsillo. Rebusca en su contendio y saca unos billetes.

- ¿50 pavos?

- 100 - dice ella-.

El hombre saca un par de billetes más. Ella los coge y se los guarda en el escote.

- Si me necesitas para más cosas de ésas, actuaciones, canciones lo que sea, sólo tienes que avisarme.
- Claro.

La chica recoge sus cosas y se va, dando un pequeño portazo al salir.

El hombre se quita los zapatos, apaga un cigarro en un cenciero de la mesa y se tira sobre la cama. Por muy poco dinero, su vida se volvía mucho más dura e interesante de lo que era. Siempre nos quedará París, piensa mientras esboza una sonrisa.

Un beso.