29 de Octubre 2009


SUSANITA Y LUCIANO

Algo había de fantasmagórico en ese bosque y su nombre, Bosque Pérfido Oscuro, no ayudaba a cambiar de opinión. Por alguna de esas lógicas que sólo entienden los consejeros de urbanismo, el único camino que había para llegar a casa de Susanita era cruzando el corazón de Pérfido Oscuro. Y no hay que explicar que el corazón del bosque no era precisamente un tranquilo remanso, con lagos, arco iris y ciervos jugando al teto con conejitos y pajaritos.

Susanita estaba en aquella edad. Aquella edad en la que salía todos los días con sus amigas. Coincidía en que esa edad era la misma en la que le habían crecido las tetas exponencialmente. Así que Susanita se había convertido, no sólo en objeto de deseo de los chicos de su clase y de pederastas del barrio, sino a todos los tíos de la ciudad.

Decir de Susanita que era discreta era como decir que un tanga de leopardo es elegante. Susanita era esa clase de chicas que en cuanto se compraba una falda del uniforme del colegio, cogía las tijeras y se ponía a recortarla hasta que no quedaba nada a la imaginación. Y es que los chicos que le gustaban eran bastante sosos. Nada que ver con Luciano.

Luciano era un tipo con imaginación. Era capaz de relacionar cualquier tema con un episodio de Los Simpson. Bueno, o quizás era un tipo con poca imaginación, aunque él consideraba que si decían que estaba todo el día en la Luna era por algo.

El por qué le gustaba vestir con camisas a cuadros era un misterio que ni él mismo entendía, pero había una especie de atracción entre él y esas cosas... se las ponía y tenía que abrochárselas hasta el último botón. Y cuando lo había hecho, necesitaba, NECESITABA ponerse cosas en el bolsillo. Bolígrafos, calculadoras, sacapuntas, todo cabía en ese bolsillo.

Algo parecido pasaba con los calcetines blancos y su gusto por los tirantes, pero lo que cabreaba a su madre era su obsesión por ponerse trocitos de esparadrapos en las gafas. ¡Y eso que eran nuevas! Pero su madre que sabía... sólo era una vieja gorda que se hinchaba a patatas fritas y veía Pasapalabra todos los putos días.

Lo que su madre quería era que se sacara novia, pero él no podía consentir que su partenaire tuviese un coeficiente intelectual menor de ciento cincuenta. La primera y última vez que salió con una chica fue con su prima y parece que entendió mal las señales, porque acabó con la marca de la mano de su prima en la cara y una severa reprimenda de su tía. Desde ese momento consideró al género femenino un lastre y creía que todo lo que necesitaba para calmar sus necesidades fisológicas eran un poco de crema de manos, un calcetín y un ordenador conectado a la red.

Pero se dio la circunstancia que tanto la alegre -y borracha- Susanita y el inteligente y moralmente estricto Luciano se toparon en un punto: el Bosque Oscuro Pérfido.

Eran las seis de la mañana. La vieja y amarillenta luz de las farolas apenas iluminaban el camino. Susanita iba a su casa. Bastante pedo y un poco cabreada porque Jona no había ido a la disco. Estuvo pensando liarse con cualquiera, pero no le apetecía. Padecía ese amor extraño que sólo sienten los canis.

Luciano por otro lado iba a trabajar. Tenía tres trabajos, además de estar sacándose dos doctorados. El primero de sus trabajos empezaba a las ocho de la mañana, pero le gustaba salir pronto para estar ahí antes de que llegara nadie. Así le daba tiempo a escribir bonitos mensajitos motivacionales y totalmente personalizados a sus compañeros, por lo cual le llamaban afectuosamente "el puto friki de los posit".

Susanita lo vio: alto y apuesto. Un hombre serio que le llevaría a la vida más exclusiva que podía soñar. Una vida en la que se rodearía de políticos y príncipes. Y sobretodo de muchos lujos. Mientras andaba, se bajó el escote y se subió la minifalda todo lo que pudo.

Luciano analizó la chica que pasaba. Era una bomba sexual. Le enseñaría todos los secretos del sexo más oscuro y sucio que existía. Se pasarían todo el día fornicando y fumando porros en un piso semi amueblado y con vistas a un barrio pobre de la ciudad. Se alisó el pelo y se metió la camisa por dentro de los pantalones.

Se miraron un segundo que pareció eterno. Sus miradas recorrieron el cuerpo del otro lentamente, hasta que llegaron a los ojos y allí se quedaron prendados durante eones.

Luego, cada uno, puso una mueca de asco y se fue a su destino. Y sus vidas siguieron, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.

Un beso.

Escrito por Jake|29 de Octubre 2009 a las 10:06 AM|


Comentarios

Ha censurado las escenas de sexo :(

El Replicante es Inagotable|29 de Octubre 2009 a las 10:55 AM

No hay escenas de sexo.

El Replicante es Jake|29 de Octubre 2009 a las 11:28 AM

juer tio q post tan tuyo
casi las 6
umbeso

El Replicante es matsuo|30 de Octubre 2009 a las 06:45 AM

¿Tan mío?

El Replicante es Jake|30 de Octubre 2009 a las 11:02 AM

¡Oye, que yo veo Pasabalabra! :P

El Replicante es Mrs. C.|30 de Octubre 2009 a las 12:28 PM

¿Y comes patatas fritas?

El Replicante es Jake|30 de Octubre 2009 a las 12:46 PM

Crema de manos? Por eso se vaciaba tan rápido el pote?

El Replicante es Amm|30 de Octubre 2009 a las 08:23 PM

Seguramente.

El Replicante es Jake|31 de Octubre 2009 a las 01:52 AM


¡Al ataque!










¿Debo recordarte?