AGOSTO EN LA CIUDAD

Muchos de vosotros estaréis de vacaciones ya. Disfrutando del sol y de la playa, viajando a lugares insospechados, saliendo todas las noches y follándoos a tod@s l@s guiris borrach@s de vuestro alrededor. ¿Pero sabéis qué? No me dais envidia.

A mi me encanta la gran ciudad en agosto. Hace calor, pero este año es bastante soportable. Mucho más soportable que lo que sería en el levante español, que hay un sol de justicia y la humedad es insoportable y te hace chorrear de sudor al minuto de salir a la calle.

La ciudad está desierta. Los servicios públicos están vacíos y lo que antes tardaba veinte minutos en hacerme en autobús, hoy me lo hago en diez. Hay sitios para aparcar en cualquier lugar. Y no hay colas ni siquiera en las Rebajas de verano.

En agosto da gusto trabajar, porque hay jornada intensiva y a las tres sales y tienes toda la tarde para hacer lo que te salga de los cojones. Y hay tan poco trabajo que la mayor parte del tiempo me lo paso tumbado, con los pies sobre mi cajón y los brazos cruzados bajo mi cabeza.

Yo me cojo las vacaciones de verano a finales. Lo suficiente para pillarme los últimos días de agosto y los primeros de septiembre. Lo justo para verles volver rojos como gambas y maldiciendo el volver a la vida real. Y cuando eso pase yo me pondré mi camisa hawaiana, mi collar de flores y mi sombrero de paja y les diré a todos: "¡Qué os den, pringaos!". Y les dejaré disfrutar a ellos de la operación retorno y de volver a trabajar hasta las mil.

Un beso.