LOS DOMINGOS

Si hay algo que odio es tener cosas que entregar para el lunes. Me paso el fin de semana sin haberlo disfrutado, con la conciencia intranquila y sin descansar. Sobretodo el domingo. El domingo, que ya de por sí es un día de mierda, se convierte en un mierdolo grande y pastoso cuyo olor se puede detectar a cien metros de distancia.

Los domingos no son para hacer nada interesante. Son para descansar y para irte preparando con el horrible lunes que se avecina. Los domingos son para aburrirte viendo la horrorosa programación de la televisión o para salir a dar una vuelta. Como mucho, los domingos son para ir al cine. No porque haya nada interesante que ver, sino para pasar el rato un par de horas.

Eso mismo, los domingos son para perder el tiempo. Es el día para decir "venga, voy a currarme una comida de puta madre" o para hacer un amago de limpiar la casa. La ropa de los domingos no es elegante y bonita como dicen algunos, la ropa de los domingos es el pijama o sucedáneos.

Los domingos son los días del dolor de cabeza. Del camino de la vergüenza que haces a las siete de la mañana desde la casa del rollo de esa noche. De hablar por messenger. De leer libros en la terraza.

Los domingos son días fantasmas. Son días donde la ciudad está desierta. Las tiendas están cerradas y no hay coches por la calle. Las personas no salen a la calle. Y de repente, todos están agolpados en las teles de los bares viendo el partido de fútbol.

Los domingos, en definitiva, son para aburrirse. No para estar aquí jodiendo con el curro. Esto es indignante.

Un beso.