3 de Enero 2009


UNA HISTORIA DE MIERDA

Una historia muy divertida que he encontrado por internet:

"Cuando tenía 17 años, mi novia ya estaba preparada para hacerlo. Como podríais esperar de cualquier chico de mi edad, estaba entusiasmado. Nada se interpondría entre mí y mi destino final.

Me preparé para la gran noche, me arreglé y me lavé concienzudamente. Desgraciadamente, había un pequeño problema. Padezco un trastorno digestivo que a veces hace que mi mierda se vuelva extraordinariamente sólida y compacta en mi interior. Por entonces no sabía que existía un tratamiento y, de hecho, pensaba que todo el mundo tenía que vivir con este equivalente anal de las piedras del riñón. Menciono esto porque durante los últimos días un ejemplar realmente poderoso se había estado gestando dentro de mí.

Resumiendo el panorama. Sus padres no están. Tenemos su casa para nosotros solos. Ella es bastante viciosilla, y quiere que lo hagamos en la cama de sus padres.

La habitación está bañada por la luz de las velas. Por lo visto se lo ha estado currando durante todo el día, y hay muy buena iluminación incluso con las luces apagadas. Lo cual es de agradecer, porque ha empezado a bailar sensualmente para mí, y no pierdo detalle. A sus dieciséis años, está TREMENDA. Me compadezco de aquellos de vosotros que nunca habéis catado a una chica de esa edad.

Sentado en la cama, contemplando su danza, sonrío y le digo lo preciosa que está. Por desgracia, la mayor parte de mi atención se concentra en esa molesta presión sobre el esfínter, y en esa incómoda sensación en el intestino provocadas por llevar varios días sin cagar. Pero de algún modo consigo empalmarme, y vamos al tema.

Empezó ella arriba, luego nos cambiamos. Después la puse a cuatro patas, e incluso le di un cachete en el trasero (fue un poco imprudente por mi parte, pero le encantó) Una consecuencia de mi pequeño problema es que me distraigo y aguanto una eternidad. Ella no dejaba de gemir y de decirme lo mucho que le estaba gustando, y fue entonces cuando me susurró lo que todo hombre desea oír: “quiero que te corras en mi boca”. Joder, adoro a las mujeres.

Así que empieza a bajar. No era la mejor felatriz del mundo, pero al menos lo intentaba. Se saca mi polla de la boca el tiempo suficiente para llegar a pronunciar las palabras: “dime si esto te gusta”. Y entonces lo sentí.

Me había metido un dedo por el culo.

La señal de pánico se encendió en mi cerebro y todos los músculos de mi cuerpo reaccionaron bloqueándose al instante. Pero era demasiado tarde.

Un doloroso y gigantesco truño emergió de lo más profundo de mi cuerpo, desparramándose sobre el edredón de sus padres.

No, no me estáis entendiendo. Quiero decir grande. Enorme. INMENSA. Coge la mierda más grande que hayas cagado en tu vida, multiplícala por cuarenta y dos y tendrás una imagen remota de la que salió disparada de mí.

Y caballeros, cuando digo que salió disparada, no me refiero simplemente a que la cagué con ímpetu. Hablo de un jodido proyectil. Hablo de un viento huracanado llevándose una sombrilla por los aires. Y por culpa de mi transtorno intestinal, salió en forma de un enorme, oscuro y pestilente arpón.

Sé que le dio. No lo vi con claridad, pero lo sé. Lo sé porque echó a correr, chillando “OH DIOS MÍO, OHDIOSMIODIOSMIOOOO” pero siempre imaginé que, por su posición, debió impactarle en la barbilla. O por lo menos en las tetas.

Me gustaría decir que me levanté y fui detrás de ella. Pero oí como se encerraba en el baño de un portazo y simplemente me quedé tumbado sin hacer nada. El olor me llegó al cabo de pocos segundos. Apestaba como si alguien hubiera untado un gato con mierda y lo hubiera arrojado a la chimenea. Miré debajo y vi la que, hasta la fecha, ha sido la mayor evacuación de la que he oído hablar. Entonces percibí la sangre, y con ella el dolor.

Aparentemente, el cagar semejante monstruosidad me provocó un pequeño desgarro anal (al principio pensé que estaba sangrando por dentro. Al día siguiente visité al médico, que me habló por primera vez de mi enfermedad) Se había formado un pequeño charco de sangre donde había estado mi culo. Un último recuerdo del momento y en lugar exactos donde perdí mi virginidad. Atesoraré ese recuerdo durante el resto de mis días.

Cogí mi zurullo con ambas manos y me dirigí al baño de la planta baja. Arrojé al retrete una tercera parte aproximadamente y tiré de la cadena, temiendo añadir una más a mi lista de desgracias si lo atascaba por echar demasiada mierda.

Así que allí estaba yo, de pie, sosteniendo dos tercios del truño más grande de todos los tiempos, sintiendo el hilillo de sangre que me bajaba por la pantorrilla y tratando de ignorar el agudo dolor que atormentaba mi recto. Ojalá conservara una fotografía de ese momento.

Finalmente me deshice de lo que quedaba de mi creación, me lavé las manos, me puse una pelota de papel higiénico entre las nalgas y subí al piso de arriba. Pude oír a mi novia sollozar tras la puerta del baño. Decidí no decirle nada y hacer lo que tenía que hacer. Pero el pestazo en el cuarto de sus padres era sobrenatural. Es como cuando cagas y sales del baño pensando “hoy no lo he dejado tan mal” pero luego vuelves a por tu revista y flipas. Pues era uno de esos momentos.

La escena está grabada a fuego en mi retina. Mi vida. Mi deshonra. Mi primera vez hedió como una montaña de bebés muertos. Me vestí rápidamente, porque el calor que irradiaban las miles de velas que mi novia había colocado hacía que la habitación pareciera una letrina. Fui lo bastante avispado para agarrar el edredón y llevármelo abajo, a la lavadora. También me llevé las sábanas, pues la sangre las había empapado hasta llegar al colchón. Mi novia aún no daba señales de vida, pero a esas alturas lo consideré una bendición.

Lo metí todo en la lavadora junto con una dosis triple de detergente y la puse en marcha, sabiendo que ni siquiera un milagro podría salvar esas sábanas.

Y luego me fui. Evité las llamadas de mi novia durante días, hasta que vino a mi casa. Tuvimos una larga charla acerca de lo ocurrido. Con charla quiero decir “romper conmigo por cagarme encima de ella”. Y se acabó. Prometió no contárselo a nadie y dudo que lo haya hecho alguna vez. Este asunto la avergonzaba tanto como a mí. Pero siempre recordaré este hecho como la cosa más embarazosa que me ha pasado en la vida".

Lo que me recuerda a:

Un beso.

Escrito por Jake| 3 de Enero 2009 a las 08:27 AM|


Comentarios

JAJAJAJAJA

¡DIOS, QUE BUENO!

¡AL LEERLO SE ME ESCAPARON LAS LAGRIMICAS Y TODO!

Bueno, mejor las lagrimicas que un tremendo furullo.

El Replicante es apio| 3 de Enero 2009 a las 12:09 PM

¡Qué triste! Jajajajaja

Y con el vídeo me quedo o_O

El Replicante es Inagotable| 3 de Enero 2009 a las 01:13 PM

La culpa es de ella por meterle el dedo en el culo.

El Replicante es Jake| 3 de Enero 2009 a las 01:32 PM

Jo-Der.

La escatología al poder!!!

El Replicante es May| 3 de Enero 2009 a las 03:04 PM

¡Eso mola!

El Replicante es Jake| 3 de Enero 2009 a las 04:20 PM

Pobre tipo. Qué desastre!
Dentro de muchos años quizás se ría cada vez que lo recuerde.

El Replicante es Zim| 4 de Enero 2009 a las 01:01 AM

Fijo que ya lo hace.

El Replicante es Jake| 4 de Enero 2009 a las 06:24 AM

aaaaaaaaaajajajajajaj ....!!! sarpada la Historia , moy buenisima ... !! q cado de risa ..! t pasast ..!!! diademierda.com.ar juasz!

El Replicante es bito| 7 de Mayo 2010 a las 07:17 AM


¡Al ataque!










¿Debo recordarte?