15 de Octubre 2008


COMIENZO

El sonido de la alarma del móvil se me metió dentro del sueño, lo que significa que, por una vez, dormía profundamente. Después de eso, busqué a tientas el teléfono y casi automáticamente le puse que me despertara media hora más tarde. Apenas tuve tiempo a disfrutar de seguir en la cama, que el cacharro del infierno ya estaba sonando otra vez. Volví a mirar el teléfono. Llegaba tarde. Otra vez.

Cogí el mando de la tele y puse las noticias. Todavía no podía abrir los ojos,. Me quedé escuchando la voz femenina hablando de no sé qué problema en Asia. Al cabo de cinco minutos me levanté como un zombie cualquiera y me acerqué a la nevera. Saqué un tetrabrik de zumo y busqué algo físico para acompañar, pero allí sólo había una bolsa de queso rayado y un pote de tomate frito.

Busqué las zapatillas, pero debían estar debajo de la cama, así que fui descalzo al baño. Me senté en el váter y mientras cagaba, apoyaba mis codos en las rodillas, y aguantaba mi cabeza aletargada. Cinco minutos más de sueño, por favor. Ni siquiera el placer de una buena cagada matutina me despertó lo suficiente. Me deslicé hasta la ducha y me desvestí.

Cinco minutos es el tiempo que dura el agua caliente en esta puta casa. Así que hay que hacerlo rápido. Mojarse el pelo. Cerrar el agua. Ponerse el champú. Aplicárselo bien. Abrir el agua con los ojos cerrados y lavarse el cabello.

Extrañamente a lo estipulado, la ropa no estaba dentro del cajón de la ropa. Estaba alrededor del cajón. En el suelo. O incluso cayendo cerca del cajón. Así que cogí cualquier cosa que no me hubiese puesto el día anterior- pero si hacía dos días- y salí caganado leches.

Antes de cerrar la puerta hice el ritual del dios de la llave. Buscar las llaves de casa. El ritual lo llevo a cabo siempre que salgo por la puerta. ¿Por qué? Porque al vivir solo, si se me olvidan las llaves me puedo cagar en Cristo. Después de comprobar que llevaba las llaves, me largué.

En cuanto llegué a la parada del autobús pude ver al vehículo marcharse a toda prisa. ¿Estaría huyendo de mi? Probablemente, porque cada puta mañana me pasa lo mismo. Esperé diez minutos más hasta que apareciese el siguiente bus blanco. Pero no aparecía. Apareció el rojo. Apareció el azul. Pero el blanco no. Como cada mañana, el puto chófer del autobús blanco llegaba tarde. Veinte minutos tarde. Mis veinte minutos más sus veinte minutos hacían que llegara cuarenta minutos tarde.

El autobús tarda veinte minutos en llegar a su destino. Tardamos treinta y cinco. Yo estaba entre dormido y asqueado y no sabía si apoyar la cabeza en el hombro de la señora que tenía al lado o romperle las gafas.

Al final acabé por sobarme y cuando recuperé la consciencia vi como mi parada se alejaba poco a poco de mi vista. Bajé en la siguiente, cogí aire, me subí la cremallera del pantalón que, por una extraña razón, se baja sola, y me dispuse a andar.

Antes de entrar en el curro, pasé por una cafetería para pillar café con leche – avéc la lait froid, si’l vous plait- y entré en el trabajo.

Escuché unos buenos días que se dirigían a mi, pero que no respondí. No es que sea un maleducado –que lo soy- sino que estaba demasiado sobado para existir todavía como persona. Me apoltroné sobre la silla, resoplé y encendí el ordenador. Mientras el largo proceso comenzaba, yo apoyaba mi cabeza sobre las manos intentando mantenerla erguida.

El día había vuelto a comenzar. Pero yo no con él.

Un beso.

Escrito por Jake|15 de Octubre 2008 a las 11:37 AM|


Comentarios

Tanto ver pelis de zombies al final pasa factura :P

¿Cuánto duermes? Mejor dicho ¿duermes los días pares o los impares? xD

El Replicante es Inagotable|15 de Octubre 2008 a las 11:35 PM

No sólo no duermo, que encima me jode la espalda.

El Replicante es Jake|16 de Octubre 2008 a las 01:55 PM


¡Al ataque!










¿Debo recordarte?