METROROCK

Creo que el gran problema del Metrorock que se celebró ayer es su nombre. Tendrían que haberle llamado Metroflamencofusión o alguna cosa parecida, porque rock hubo más bien poco.

No fue hasta que salió El Bicho que no empezó a llenarse aquello. Aunque nosotros preferimos quedarnos fuera y seguir botellón hasta el siguiente concierto: el de Siniestro Total de lo poco roquero que había.

Sólo tocaron una hora -por exigencias de horario- y el sonido era bastante chungo. De hecho, era tan chungo que tardé un minuto en darme cuenta que estaban tocando Ayatolah. Tócate los cojones. Lo demás estuvo bien, aunque como siempre, las canciones que tocaron no son las mismas que me habría gustado escuchar a mi. Tocaron Mi chica boomerang, Nena, soy un artista, Litros de alcohol, Camino a la cama, Mata hippies en las Cíes, Cuánta puta y yo que viejo, Miña terra galega, Bailaré sobre tu tumba y la ya mencionada Ayatolah, además de hacer, entre canción y canción unas pseudo-reflexiones filosóficas un tanto demenciales.

Luego tocó Melendi, pero nos volvimos al botellón, no sin antes escuchar un destrozo de versión de Extremoduro. Y esperamos al plato fuerte: Andrés Calamaro.

Y es que Andrés tiene dos vertientes. Una muy rockera y otra muy lentorra. Y aunque hay canciones lentas muy bonitas, hay otras que son insoportables. Y nos tocó ración de las dos en un concierto de dos horas y poco.

Tocó: El salmón, El día mundial de la mujer, Estadio azteca, Crímenes perfectos, Paloma, Canal 69, Sin documentos, Soy tuyo, Cinco minutos, Los aviones y Elvis está vivo. E hizo un dúo con Jaime Urrutia, con quien cantó una canción más: Cuatro rosas de Gabinete Cagligari. Y cerró el concierto, después de veinte bises, con Alta suciedad.

Y luego sonaron Los Delinqüentes, un grupo flamenco que intentaban poner un poco de alegría al asunto, pero que eran las tres de la mañana, hacía frío y nos queríamos ir a casa.

Un beso.