TRENCH DIARIES 6

Después de muchos meses, por fin nos enviaron en una misión de reconocimiento. Todos los hombres estaban entusiasmados de salir de la rutina, respirar el aire del campo y acabar con algunos cerdos enemigos.

Roger era el que más ilusionado estaba, dedicándose toda la tarde a preparar muchos emparedados y un poco de zumo de arándanos. Lo más extraño es que en lugar de meter los bocadillos en los petates corrientes, se empecinó en meterlos en cestitas de mimbre, junto a elaborados manteles de cuadros rojos, vasos y cubiertos.

La unidad se pasó toda el día subiendo y bajando pequeños riscos y montañas, hasta que paramos para tomar los sandwiches. Mientras los hombres se acurrucaban en sus mantas, no pude evitar ver a Alf, nuestro alienígena/ mascota, que estaba meditando mientras levitaba a escasos palmos del suelo. Apenas había tenido tiempo de charlar con ese extraterrestre, pero por lo que me había dicho Coleman, era un alien de pocas palabras.

De repente, una luz amarillenta nos cubrió y empezó a arrastrarnos hacia arriba. Todos estábamos extrañados y sorprendidos, pero las palabras de Alf, que decían “no os preocupéis. Apenas sufriréis”, hacían que estuviésemos todavía más cagados de miedo.

Llegamos a la nave nodriza, donde varios alienígenas con un aspecto similar al de Alf nos saludaron con un “larga vida y prosperidad”. Uno de mis hombres, asustado, atacó a uno de ellos, disparándole con el rifle de asalto, pero las balas rebotaron. Tenía un aura que le cubría y que le hacía invulnerable. De todos modos, la ira de los extraterrestres no tardó en llegar. El bicho sacó una pistola muy moderna y un rayo desintegró al soldado.

Los extraterrestres nos han explicado que nos van a llevar como esclavos a su planeta de origen. Durante el viaje, creo que quieren investigar nuestra fisonomía, jugando a la vivisección. Tenemos que salir cuanto antes.

Parece que los aliens no saben mucho de nosotros, porque nos han metido en la zona de carga y nos han dado de comer bellotas y agua. Y también han puesto unos cuantos charcos de barro. O puede que sí sepan mucho de nosotros y lo hagan para joder. No se lo perdonaré.

Parece que Roger despierta el interés de nuestros captores, porque cada noche le meten en las dependencias privadas del comandante. Según me contó más tarde, solían pasar el rato jugando al backgammon. Al parecer, ellos creían que así se reproducían los humanos. Una noche, Roger se coló en el ordenador de a bordo le metió el virus Kournikova. Debía ser un científico soviético.

Gracias a eso, le jodimos el campo magnético y conseguimos reducirles. Volvimos a La Tierra y les vendimos como peluches a todos y cada uno de ellos. Por supuesto, fue un éxito total, así que intentamos reproducirlos entre sí. Pero como todo el mundo sabe, los animales no copulan en cautividad, y nuestro imperio juguetero se fue al traste.

Un beso.