CHINOS, RAZA CRUEL 2

Antes de irme de vacaciones, enfrente de mi casa había una tienda de alimentación regentada por un matrimonio de ecuatorcuatos. El niño se pasaba jugando al fútbol delante de la tienda y la mujer se dedicaba a ver las telenovelas de Localia. A veces, cuando entrabas, no había nadie en la tienda, y más de una vez pensé en mangarles todo lo que pudiese y más. Pero la economía familiar se basaba en ese deplorable establecimiento, y me sabía mal llevar a la ruina a unos pobres desgraciados como ellos.

Han pasado cuatro días. Cuatro días de fiesta, de recogimiento y de resurrección. Cuando he vuelto al piso, me he encontrado algo sorprendente. La tienda ya no estaba ahí. Me la habían cambiado por una de chinos.

Habían quitado el toldo característico con el mensaje "Panadería" y habían dejado un sobrio y feo cartelito azul con el mensaje "Alimentación y Frutos Secos". Lo más sorprendente era lo interior. Habían quitado todo lo que había antes, incluyendo una pared, habían quitado las sospechosas neveritas donde guardaban los zumos, los yogures y los pocos embutidos, y habían quitado lo que antes era la casa de los ecuatorcuatos para convertirla en parte más del establecimiento. Ahora el pequeño y recóndito lugar era inmenso, con cuatro o cinco estanterías llenas, y dos o tres refrigeradores de última generación con helados y refrescos.

En cuatro días de fiesta nacional, un matrimonio de mediana edad china han conseguido cambiar todo eso. Y yo estoy flipando. No sé qué hubiese pasado si, en lugar de esos cuatro días de fiesta, hubiesen tenido una semana de día laboral estándar. ¿Quizás un templo budista?.

Un beso.