GUNPOWDER PLOT

Ya que cada vez más personas se deciden a celebrar fiestas como la de Halloween, no entiendo por qué no se puede celebrar el día del 5 de noviembre como el Gunpowder Plot (Complot de la Pólvora), que celebran en Reino Unido, y algunos países miembros de la Commonwealth, como Estados Unidos, Canadá, Nueva Zelanda, Suráfrica y Australia y donde los niños cantan alegres cancioncillas: "Penny for the Guy, Hit him in the eye, Stick him on a lamp-post and there let him die". ("Un penique para el espantajo, darle en el ojo, colgarlo de un poste, que allí reviente". Aquí "Guy" también coincide con el nombre de pila de uno de los implicados). Y otra cancioncilla algo más familiar que dice tal que así: "Remember, remember, the fifth of November, Gunpowder Treason and Plot. I see no reason why Gunpowder Treason should ever be forgot" ("Recuerden, recuerden, el cinco de noviembre, la Traición y el Complot de la Pólvora, que nunca se olviden").

La historia data de 1603, con la muerte de la reina Isabel I, los católicos de las islas suspiraron aliviados. La reina les estaba puteando a base de bien, y por lo que parecía que el rey sucesor, Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia, era mucho más tolerante. Al principio se suavizaron pero después de descubrirse un par de conspiraciones católicas, el rey decidió endurecer aún más la postura anticatólica.

El 26 de marzo de 1605, Robert Catesby, Thomas Wintour, Jack Wright y Thomas Percy, se reunieron para intentar acabar con la tiranía anglicana. Unos días después invitarían a un quinto miembro: Guy Fawkes, un exiliado inglés que había estado luchando en los Países Bajos bajo estandarte español. Curiosamente, se especializó en explosivos.

Se decidió alquilar un sótano que quedaba justo debajo de la Cámara de los Lores y fueron reuniendo barriles de pólvora hasta llegar a los treinta y seis. La idea era que el día que el rey abriese formalmente las puertas del Parlamento estallase todo, pero una epidemia obligó a retrasar la ceremonia al 5 de noviembre.

Diez días antes de esa fecha, un conde católico inglés, William Parker, recibió una carta anónima en la que se le pedía que no acudiese al Parlamento ese día. El conde avisó a las autoridades, y el conde de Salisbury, primer ministro durante el mandato de Jacobo I, peinó Westminster de cabo a rabo pero no encontró nada. Al día siguiente obligó al jefe de seguridad a que buscase en los sótanos del Parlamento, donde encontrarían a Guy Fawkes ultimando los preparativos del atentado.

El 4 de noviembre Fawkes es torturado y acaba por revelar el nombre del resto de conspiradores. Algunos fueron ejecutados en el acto, y los que no, fueron testigos del típico ajusticiamiento inglés: Colgándoles del cuello sin dejarles morir, seccionándoles los genitales, echándolos al fuego ante sus propios ojos y, hallándose aún vivos, destripándoles y arrancándoles el corazón antes de decapitarles y despedazarles. Luego se expondrían ante el público las cabezas clavadas en picas y serían arrojados los restantes trozos a los pájaros para su alimento. Por supuesto, se vendían entradas para asistir al divertimento.

Después de eso, las consecuencias en contra de los católicos no se hicieron esperar. Se les prohibió servir como oficiales del ejército o de la armada, se les estigmatizó socialmente y se les privó del derecho al voto, exclusión que se mantuvo hasta bien entrado el siglo XIX.

A partir de ese año, antes de que el monarca abra el Parlamento, se hace una inspección de los sótanos del recinto, para continuar con la tradición. Y cada año, los niños queman efigies de Guy Fawkes para dar gracias a Dios por no permitir la victoria de los papistas-católicos.

Recuerden, recuerde, el 5 de noviembre...

Un beso.