IN THE JUNGLE

Esta es la historia de cómo Julian Casablanca casi acaba con mi vida y de cómo Axl Rose me la salvó.

Hay pocas veces que no me sienta invencible cuando suena Welcome to the Jungle. Me pasa en todos los ámbitos de la vida. Ya sea andando, jugando a los videojuegos o fornicando, da igual. Me da un baile de San Vito y me hago indestructible.

Flashback 1: Cada viernes, desde los quince años y hasta que me largué a la universidad, iba todas las noches a jugar a rol a casa de un colega. Luego todos salíamos a nuestro garitos de siempre. Conocíamos a todo el mundo y todo el mundo nos conocía. Éramos como Friends pero con cinco diferencias: La primera, que nosotros vestíamos de negro. Dos, que no íbamos a cafeterías, sino a garitos chungos. Tres, que en lugar de cafés pedíamos birra non-stop. Cuatro, no éramos nada pijos. Y cinco, que éramos seis tíos.

Un día, no recuerdo por qué tuvimos un encontronazo con un grupito. Y nos peleamos. Y en el bar que había al lado, no sólo sonaba Welcome to the Jungle, sino que después pusieron Kickstart my Heart. Y eso es como un bonificador de +5 a la fuerza. Al final fui el único que quedó en pie. Maltrecho, eso sí, porque acabé con un dedo roto y un esguince de brazo. Pero los otros quedaron peor y eso es lo que cuenta. Luego tuve que llevar a todos los demás colegas hacia la litrona de cerveza más cercana para que relamieran sus heridas.

Nowadays:El otro día salimos por uno de esos bares chungos, y no se me ocurrió otra genial idea que ponerme la camiseta de The Strokes. Hacía como dos años que no me la ponía. A mi eso de ponerme ropa inapropiada que han llevado a ganas de ahostiarme me ha pasado más de una vez.

Flashback 2: Uno de mis amigos se hizo gótico. Se pintaba la cara y se vestía con todos los complementos. Y claro, iba a locales de esa temática y nosotros le acompañábamos. Y un día entré en ese sitio de blanco. Blanco blanco, no. Más bien crema o marrón claro o algo de eso. De todos modos, cantaba más que nadie. Y menos mal que mi amigote era el rey de la movida, que sino me rajan ahí dentro.

Nowadays:El bar al que fuimos era uno que no recuerdo su nombre, pero creo que era tipo “Valhalla” o “Thor” o “Loki” o algo así. De temática vikinga. ¿Quizás Ragnarok? Creo que hay una relación muy estrecha entre la ingesta masiva de alcohol y el alzheimer. Algún día os lo contaré.

En fin, que un par de tipos barbudos, greñudos, olorosos y, sobretodo, más borrachos que una cuba, se acercaron a decirme muy educadamente lo que opinaban del grupo de Julian Casablanca y compañía. Intentar convencerles de que a mí me tira más los hermanos Young era prácticamente imposible. Mis camaradas intentaban apaciguarles también, ofreciéndoles cerveza gratis, pero tampoco funcionó.

Y después de empujarme dos o tres veces, empezó la música. Cuando se oyó los primeros acordes y el "Oh, my God", la energía cósmica empezó a fluctuar alrededor de mi cuerpo y concentrarse en mis manos. Era como la Fuerza Universal. La Onda Vital. El Kamehame elevada a la máxima potencia. Y cuando empezó el el chillido –ligeramente amariconado- de Axl Rose, los ojos me hacían chiribitas. E incluso juraría notar el pelo elevándose ligeramente y oxigenándose automáticamente.

Todo terminó con un empujón de mí hacia él, que le hizo tirar la mesa que tenía detrás y dos jarras de cerveza. Y me hubiese liado a hostias sin problemas. Seguramente me hubiesen pegado una paliza de Dios es Cristo, pero no me hubiese importado demasiado, porque durante cuatro minutos y treinta y un segundos soy impermeable al dolor.

Un beso.