21 de Agosto 2007


L.D.S

Un grupito de campesinos subían pesadamente por un camino. Llevaban antorchas y algunas hoces. Se dirigían a un grupo de cavernas que había en la montaña. Alguien les esperaba ahí.

Era un hombre muy anciano, que sólo llevaba un taparrabos de cuero y una mugrienta barba tan larga que hacía innecesario el taparrabos desde el punto de vista de la decencia. Tenía las piernas azules por el frío y la nariz roja por el viento, lo que le daba un aspecto muy patriótico si eras del país adecuado. Un parche cubría uno de sus ojos, aunque su rasgo más característico eran sus dientes. Brillaban.

Uno de los campesinos se acercó lentamente al anciano. Llevaba algún tipo de cuaderno.

- Buenos días, señor- dijo hombre, leyendo el cuadernillo.

No hubo respuesta del anciano, que miraba fijamente al horizonte.

- Mi nombre es Daeli Ajosverdes, soy el presidente de la Liga de Antidifamación de Silicio.
- ¿Anti-qué?
- Antidifamación. Luchamos por la igualdad entre humanos y trolls y su coexistencia pacífica.

Allí no existía el racismo. Lo que sí existía era el especiecismo. Los blancos y los negros se aliaban contra los verdes.

- Verá ha habido algunas quejas sobre usted…

Quejas. Desde los once años en los que abandonó su poblado natal, todo habían sido quejas. La quejas eran pasajeras, según su punto de vista. Al menos, hasta que encontraba al quejica y le mostraba un poco de acero sujeto a una empuñadura.

- Esos dientes que lleva… son diamantes- dijo el hombre.

El anciano sonrió. Sólo había un hombre lo suficientemente loco como para llevar una dentadura troll, y lo suficientemente duro como para que todavía nadie hubiese conseguido hacérsela quitar.

- Es usted Cohen el Bárbaro, ¿no?.

Decían que el Eje era peligroso. Frío, duro y salvaje. Y todo eso era porque Cohen vivía allí. Por alguna extraña broma de la evolución, el cuerpo del bárbaro se hacía más fuerte cuanto más años tenía. Llevaba casi cien años sobreviviendo. Se le daba mejor que a nadie.

- Verá, le pedimos humildemente, que por el bien de la coexistencia entre humanos y trolls se quite esos diamantes de la dentadura. Al fin y al cabo es dentadura de troll.
- Ningún troll ha venido a quejarse- dijo al fin Cohen. Hoy se sentía dicharachero.
- Creo que eso es porque a todos los que se encuentra los mata- dijo el hombre que empezaba a entender que si una persona conseguía matar a un troll, ponerse sus dientes y vivir cien años sin que ningún otro consiguiese hacérselos quitar, era un hombre a tener muy en cuenta.
- ¿Y qué? He visto a un montón de trolls con cientos de calaveras humanas en sus cubiles. ¿Y sabes qué? Me parece perfecto.
- No juzgue a todos los trolls por el comportamiento de algunos pocos vándalos.
- ¡Pero si vivían debajo de puentes para luego comerse a los hombres que intentasen cruzarlo!
- Existen trolls muy trabajadores y decentes. Y tiene que entender que siempre que se pasea usted con su… dentadura, les está haciendo daño en su amor propio.
- Para eso lo hice. Que vengan a quitármelo.
- Por favor, señor. Entiéndalo. Estamos intentando construir una comunidad próspera y pacífica. Somos una comunidad de granjeros que no quiere problemas. Y no vemos la necesidad de que usted vaya por ahí exhibiendo sus trofeos de caza como un vulgar asesino.
- ¡Ese es el problema! – la piel del bárbaro empezó a ponerse roja de furia- ¡Granjas! ¿Qué ha pasado con lo que había aquí? En ese maizal de ahí había un pequeño refugio de trasgos. ¿Dónde están ahora?
- Usted sabrá- respondió Daeli.
- Bueno, sí, vale. ¡Pero siempre pensé que saldrían más!. No pensé que se empezase a construir granjas y pueblos. ¿Dónde están los sitios de antaño?
- Nadie quiere los sitios de antaño, señor. Eran peligrosos.
- ¿Y dónde está la gracia de cruzar la Gargante Sangrienta si nadie te hace sangrar?
- Señor, siento decírselo así, pero está viviendo en el pasado. Es usted ya mayor. ¿Cuántos años tiene?¿Trescientos?
- ¿Seguimos en el siglo del Murciélago Frugívoro?
- Sí.
- No sé... ¿noventa?¿quizás noventa y cinco?
- Tiene que ver el futuro y asentarse en nuestra comunidad. Construir una…
- ¿Construir? ¡Yo destruyo cosas!
- Por favor, señor Cohen. Si quiere seguir con su antiguo y absurdo juego de las batallitas, hágalo en otro sitio. Como Presidente de la Liga de Antidifamación de Silicio le pido que abandone nuestras tierras.

Ese era el problema. Había un comosellame en marcha, pensó Cohen. El mundo se había vuelto loco. Se movía demasiado deprisa. El mundo que él había conocido se estaba extinguiendo. Quedaban pocos trolls que viviesen debajo de un puente y que comiesen personas. Ahora la mayoría trabajaban sindicados en Ankh-Morpork. Apenas sí quedaban trasgos que matar. Ya los había matado a todos. Y los dragones… antes los dragones daban miedo. Ahora se habían montado varias granjas de cría de dragón en algunos puntos del Mar Circular.

Siempre habían guerras donde él podía destacar. Normalmente en las batallas en las que participaba era el único que quedaba en pie, porque nunca sabía quién era de los bueno o de los malos, así que acababa con todos y ponía fin a sus problemas. Pero cada vez más se utilizaba maquinaria extraña para destruir cosas. La mayoría de los soldados se mantenían agazapados en alguna trinchera y esperaban que las máquinas acabasen de hacer su trabajo. Era una suerte si había alguna escaramuza.

Seguro que hay cosas más interesantes al otro lado del Eje. Hace poco conoció al Profe. Un antiguo maestro de bachillerato que decía que en el continente Auriental* había un imperio con mucho más oro y riquezas que nada de lo que había visto hasta ese momento. El oro brillante atraía a los bárbaros de la misma manera que la mierda atraía a las moscas.

Hacerle abandonar estas tierras... la última vez que alguien le había sugerido una idea similar habían tenido que enterrarlo a cachitos muy pequeños. Por una vez decidió pasar. Se sentía muy cansado.

Se dio media vuelta y se marchó. Buscaría un equipo que quisiera honor y gloria. Que quisiera seguir con su vida de bárbaro. Pelear solo ya no tenía futuro. Quizás Bruce el Huno se nos una esta vez. Iría al Continente Contrapeso y tomaía el Imperio Ágata con sus propias manos. Quizás tendría que matar a miles de guardias antes de entrar en la Ciudad Prohibida, pero no tenía prisa.

*Significaba "la tierra del oro" en el idioma agateo.

Un beso.

Escrito por Jake|21 de Agosto 2007 a las 01:42 AM|


Comentarios

A veces leo su blog y me viene a la mente la imagen aquella de Einstein sacando la lengua; un genio que se ríe de todos nosotros. Tal vez estoy enteramente equivocado y lo más probable es que le envidie/odie y que, además, tenga usted un animal amaestrado (un ornitorrinco o algo) que le escriba textos tan geniales.

Otro beso.

El Replicante es Arnaldo|21 de Agosto 2007 a las 04:01 AM

El times new roman ha hecho mucho daño.
¿ya se lo ha acabado? ¿qué tal? ¿corro a comprarmelo o puedo esperar aque me lo regalen?

El Replicante es apio|21 de Agosto 2007 a las 11:18 AM

Mola, ¿Es de propia cosecha?

El Replicante es Cél..|21 de Agosto 2007 a las 10:15 PM

Es lo que tienen los genios, escriben textos geniales.

El Replicante es panterablanca|21 de Agosto 2007 a las 11:10 PM

Me he dejado una cosa muy importante en este caso. Esto :P

El Replicante es panterablanca|21 de Agosto 2007 a las 11:13 PM

Pero esto tiene segunda parte ¿no? Yo la quiero.

El Replicante es Inagotable|22 de Agosto 2007 a las 01:26 AM

ARNALDO: Quizás el ornitorrinco está sacando la lengua y yo no me he enterado.

APIO: Cuando posteo sobre que acaba de salir una novela nueva, es para que vaya a comprárselo.

CÉL: Por supuesto.

PANTERABLANCA: ¡Soy un genio! ¡Soy un genio!

INAGOTABLE: Las segundas partes nunca fueron buenas.

El Replicante es Jake|22 de Agosto 2007 a las 01:46 AM

Algunas sí: Terminator 2, El Imperio Contraataca....y....no, espera....mmmm....y un montón más que no llegan a mi memoria por algún motivo xD.

El Replicante es Inagotable|22 de Agosto 2007 a las 02:51 AM

Y ya está. Para de contar.

El Replicante es Jake|22 de Agosto 2007 a las 04:23 PM


¡Al ataque!










¿Debo recordarte?