THE HOLE AND THE HOOK

No era demasiado tarde, pero eso no quería decir que no pudiese ir borracho. Volvía tan pronto a casa porque a la mañana siguiente tenía que madrugar. Hay algo en eso de andar a casa solo y borracho que te hace sentir aún más solo de lo que realmente estás. Pocas veces importa, porque cuando vas borracho en lo único que piensas es que vas tan cachondo que te follarías una oveja si se te pusiese allí delante.

Como cada día, pasaba al lado de un bar. No era muy grande pero siempre había gente. Había personas sentadas en escalones al lado del bar, vomitando o simplemente charlando.

Cuando cruzaba el lugar, una chica le llamó. Medía alrededor de un metro setenta y era delgada. Rubia teñida. Por su acento era cubana o de alguna de esas islas de por allá.

- Espera, papi- dijo- ¿Me invitas a una cerveza? Estoy sola y me gustaría tener algo de conversación.

Carlos se fijó más en ella. No era guapa. Se horrorizó al pensar que según la ley del JB, esa chica, en sobrio, debía ser horrorosa. En alguna parte de su cerebro alcoholizado, una voz le dijo que eso que tenía delante era un travesti. Pero siempre es mejor tener un travelo que una oveja, ¿no?. Accedió.

Se sentaron en la barra y pidieron una Heineken para ella y una Guiness para él. Les trajeron dos Estrellas Damm. Ella le contó su vida. Que trabajaba en una tienda de ropa y que apenas llegaba a fin de mes. Como si me importara, pensó él.

Siguieron charlando, y ella de vez en cuando le ponía la mano en el muslo y se le acercaba para susurrarle cosas al oído. Él hacía ver que no le prestaba ninguna importancia a esas cosas, pero iba más caliente que el palo de un churrero. Se acabaron las cervezas.

- ¿Me invitas a otra, papi?- preguntó ella.
- Con una condición - dijo él.
- ¿Cuál?
- Que te sientes aquí - dijo él y le señaló su pierna.

Se sentó y le rodeó con los brazos. Mientras le iba pegando lametazos en la mejilla y le mordisqueaba la oreja.

- Qué malo eres, papi.
- Mucho.
- ¿Esto te gusta?.
- Mucho.

Mientras ella le perforaba el oído con la lengua, él empezó a sentir la llamada de la jungla. Soltó en voz muy bajita: "me estás poniendo a cien". Y fue suficiente.

Con una sonrisa ella se levantó le cogió de la mano y le estiró hasta el baño de caballeros. Le tiró sobre el váter, le desabrochó los pantalones y se relamió.

Después de la mamada ella se quedó para "acicalarse". Tiempo suficiente para que Carlos cogiese la puerta y desapareciese. Que te haga una mamada un supuesto travelo está bien. Pero que te la lleves a la cama y te encuentres con el Capitán Garfio, es otra cosa muy diferente.

Un beso.