ENEMIGOS PUBLICOS (PARTE 11)

Hoy: la gente de los 85 euros.

Madrid, 2004. Bajando por la calle Princesa, justo enfrente de la estatua del señor Argüelles, ahí en la placita que queda a mano derecha había un tipo que me frena con la mano. Rubio y grande. Con muchos tics en los ojos. Un poco raro.

Me cuenta que se le ha escacharrado el coche y que tiene que volver a su pueblo en Logroño (o no recuerdo muy bien dónde), pero si le podía dejar 85 euros. Que no tenía dinero y que se había quedado tirado. Le digo que no, automáticamente. Y me cuenta que tiene el coche ahí y que si quería podíamos ir a verlo para que viese que es verdad que tiene el coche ahí parado.

Miro en la dirección que me dice él y le digo "en esa calle hay una comisaría, ¿no?". Y entonces me dice que no era esa, que luego había que bajar por otro lado y volver a girar a la derecha. En fin, que le digo que no cuente su vida, y que vaya a la comisaría a pedir ayuda. Pero el tipo me insiste que vayamos a ver el coche que blablabla, así que me canso, le empujo para que me deje pasar y me largo.

Barcelona, 2007. El otro día, caminaba yo alegremente por el soleado Paseo de Gracia, mientras las las sirenas de las ambulancias y los rugidos del motor de los coches sonaban con un ritmo armónico.

De repente, a mi espalda, oigo una voz que dice "¡Espera!". Y me agarra para que frene. Lo primero que pensé es que venía un tipo a chorizarme la cartera. Pero pasaba mucha gente. Los ladrones no pueden ser tan gilipollas. ¿O sí?.

Es una chica vestida de perroflauta. Me dice que necesita ayuda, que ha tenido una discusión y que necesita volver a su casa en los Pirineos y que le prestase 85 euros. Ya os digo que a esa señora yo no la conocía de nada.

Me dice que al día siguiente volverá y me devolverá la pasta. Yo le digo que ni hablar. Y ella me dice "entiende mi situación". Entiende tú la mía, zorra. Si fuese un euro me lo pensaba. "Yo si te lo daría. Soy así". O una de dos. O tú eres gilipollas o crees que yo soy gilipollas. Y luego va y me suelta, "venga, pues dame lo que quieras". Pues no quiero darte nada. Así que cogí mis bártulos y me fui.

Y durante el regreso a mi casa, pensé en qué medio de locomoción pensaba ir a su pueblo para que le costara 85 euros, ¿en taxi?. Además, a parte de todo, la chica tenía la dentadura destrozada. Y qué queréis que os diga, lo primero que se me ocurrió es que iba a invitar a coca a todo el pueblo de los Pirineos.

Un beso.