SAVING PRIVATE COMPUTER

Ayer. Baltimore, Maryland. 14:30 horas.

Estaba yo comiéndome una deliciosa ensalada, bebiéndome una refrescante Coca-Cola, viendo un episodio de Scrubs (porque yo siempre como viendo algo, no lo puedo evitar), y con Los Simpsons de fondo, cuando de repente he escuchado un catacrack.

Ese ruido venía de mi ordenador. Después de husmear en él. Después de abrirlo y retocarlo, veo que se ha escacharrado el ventilador. Es difícil que se joda un ventilador, pero a veces pasa. Y es que mi HAL está mayorcito ya. Ocho años que tiene, y todo el mundo sabe que un año para un ordenador es como siete años para un perro. Mi PC se está muriendo, pero debo intentar que dure, por lo menos, un par de meses más.

Supongo que cualquiera de vosotros hubiese esperado para ir a comprar un ventilador nuevo en algún momento libre. El momento ideal es el viernes por la tarde, cuando realizo mi particular tour de force por las calles barcelonesas, para ir a puntos importantes del ser humano: Centro Mail, FNAC, Continuarà, un concesionario de Aston Martin que tiene en el escaparate un Lamborghini Murciélago, y muchos sitios más, pero eso ya os lo contaré otro día. Pero el simple hecho de pensar que me iba a quedar sin mi ordenador durante dos días ha generado en mi una psicosis paranoide tan terrible que no he podido soportarlo. Y como soy persona con un horario muy personal (para horror del resto de la humanidad), he ido raudo y veloz al PC City a la caza del ventilador. Fijaos si me he vuelto paranoide que he pasado de ver Sé lo que hicisteis..., para salvarle la vida a esa chatarra con la que tanto porno hemos compartido.

La Ronda San Antonio es una calle muy pintoresca. Y lo es por dos motivos. El primero es que es la calle donde están todas las tiendas de ordenadores, electrónica y televisores de Barcelona; y la segunda es porque a las tres de la tarde está toda la calle llena de prostitutas que alegran el paseo a lo viandantes. Pero hoy estaba desierto. Ni una sola puta. Desde que hace meses hubo esas detenciones de prostíbulos ilegales, que el barrio es otro. Sólo había guiris. Una pena.

Cuando volvía, absorto en mis pensamientos, había una tía a mi lado con una bolsa de una tienda de discos. Y es esa sensación de que te están siguiendo porque camina todo el rato por tu mismo camino... ¿no me jodáis que soy el único psicópata que cree que le siguen?. Que al final ha sido como una carrera, pero sin palabras. Se veía a la chica esforzándose por andar más rápido, esquivando a los ancianos y saltándose a los perros por llegar antes que yo a la meta: El Bingo de la calle Córcega.

Al final he ganado yo, porque el cruce con la Diagonal es muy traicionero y ella no se sabía el camino y no sabía por dónde tenía que cruzar. Y antes de poder restregarle mi contundente victoria a esa perdedora, he recordado que mi anciana computadora estaba muriendo, y he ido raudo a socorrerla. Ahora, de momento, sigue con vida. Y encima le he comprado un teclado y un ratón nuevos, para que se sienta un ordenador de última generación.

Un beso.