2 de Febrero 2007


LA HORDA DE PLATA

En una galaxia muy, muy lejana había un mundo. Y en ese mundo, a parte de muchas otras cosas, había un imperio. Esta es la historia de los últimos momentos de ese imperio.

El emperador, como de costumbre, estaba sentado en su gran trono. Su rostro impávido, daba la sensación de que hablaba con los dioses. Pero no era así. Simplemente no tenía nada que decir. La mayoría de su pueblo diría que había sido un emperador honesto, bueno y agradecido. Pero eso era porque tenían miedo de que les acusaran de traición.

El visir real se acercó y le dijo algo al oído. Un grupo de soldados estaba atacando la ciudad. Un millar de soldados habían salido de la fortaleza para resistir al enemigo, pero estaban siendo masacrados.

El hacha de Truckle se movía a la misma velocidad que la pluma de Shakespeare después de que le rompieran el corazón. Después de acabar con tres soldados de un solo golpe, se dedicó a desmembrarlos. Por algo le llamaban el Incivil.

- Bien – dijo el emperador, muy serio.- ¿Cuántos soldados hay en el bando enemigo?
- Ejem, lo cierto- empezó el visir- lo cierto es que son siete.
- No me extraña entonces que perdamos. Si enviamos mil soldados contra siete mil… envía diez mil.
- No, señor me refiero a siete… siete soldados.
- ¿Cómo demonios…?- empezó el emperador, a quien le faltaba mucho para ser considerado un hombre imaginativo.
- No lo sé, señor. Pero parece que estén en todos lados al mismo tiempo. Sobretodo ese de las ruedas…
- ¡Quiero que descubras quién demonios son! ¡Y qué quieren! ¡Y que les detengan de una vez!.

En cuanto el visir abandonó la habitación, el emperador recuperó su compostura milenaria. Se levantó con cuidado y se acercó lentamente a la ventana. Se podía ver una gran polvareda bajo las murallas del castillo.

Como miembro más joven del grupo, Boy Willie era normalmente el que se encargaba de la avanzadilla, ya que se movía algo más rápido que el resto. Con dos golpes de su lanza, tumbó a un par de soldados y siguió avanzando, algo encorbado, por entre las legiones de soldados. A parte del arma y un taparrabos de piel de morsa, Boy Willie llevaba unos zapatos especiales. Llevaban una suela de goma extra, porque ambos pies eran más cortos que el otro.

El gran visir se acercó al emperador. Se arrodilló ante él y le dijo:
- La Horda de Plata.
- ¿La Horda de Plata?- preguntó el emperador, que pensaba que le faltaba algo de información.
- Así se hacen llamar, oh, gran señor.
- ¿Es porque son rápidos como balas?
- Emmm…. Me temo que no. Más bien es por el color de su pelo. Bueno, de los que tienen pelo.
- ¿Son experimentados guerreros?
- ¡Tienen más de 200 años de experiencia!
- Eso está bien, son casi cuarenta años de servicio por…
- No, señor. Me refiero que cada uno tiene 200 años de experiencia.

Alejado del alborto de la batalla, se encontraba el señor Saveloy. Un antiguo profesor que harto de batallar cada día con sus alumnos, decidió probar una vida más pacífica como guerrero bárbaro. Ahora intentaba enseñar algo de educación al resto de La Horda. Lo que consistía, principalmente, en que pidiesen las cosas en lugar de prenderles fuego antes.


Se oyó un grito ahogado del muro interior. Se acercaban.

- ¿Me está diciendo que estoy siendo atacado por siete viejos?.
- Sí, señor. Son bárbaros experimentados que llevan varios siglos matando monstruos y robando tesoros en el Eje.
- ¿Y por qué tenían que acercarse a nuestro país?¡Estamos a cientos de kilómetros del Eje!.
- Creo que ya no quedan tesoros que robar señor. Y creo que los únicos monstruos que quedaban eran ellos.

Siglos atrás, cuando Caleb el Destripador movía sus espadas, lo hacía con tal velocidad y destreza que la gente no se daba cuenta que había muerto hasta que la Muerte se lo decía por escrito. Ahora sus movimientos seguían siendo igual de veloces, pero estaban acompañados de leves crujidos de huesos y de algunos “¡Hmpfff!” y “¡Grfffs!”.

- Se están acercando- dijo el emperador, viendo claramente su futuro más próximo con su cabeza encima de una estaca.
- Sí, señor.
- ¿Has enviado a todos los guardias?
- No, señor. Ellos están yendo en su búsqueda.
- De acuerdo, entonces. No me queda más remedio que llamar a la Guardia Especial del Emperador.
- Sí, señor.
- De paso, bajaré a la cámara acorazada para mantenerme a salvo. Y tú te quedarás sentado en el trono, con esta corona, hasta que los bárbaros lleguen.
- Pero señor, eso significará que…
- Sí.
- Oh.

La Horda llegó dentro del palacio. Entró por una puerta y, justo delante estaban los soldados. Soldados especiales, por los trajes que llevaban. No había mucho espacio para moverse, así que pusieron en marcha el plan Ruedas Demoníacas, que consistía en tirar al Loco Hamish –el miembro más viejo de la Horda- y a su silla de ruedas contra los enemigos. Después de un par de estocadas, Hamish había atravesado las líneas enemigas y daba la vuelta para rematar a los que todavía gimoteaban.

El emperador bajó las escaleras del búnker, se sentó en la impropiamente incómoda silla imperial, y esperó. Con un poco de suerte, matarían al visir y se largarían. Cogió una bolsa de anacardos y se acercó a la puerta a ver si podía oír algo.

La Horda se remolinó delante del hombre sentado en el trono del emperador.
- ¿Dónde están los tesoros del emperador?- preguntó uno de ellos.
- Yo… yo no…
Old Vincent, sin duda el más cruel de todos ellos le cortó la cabeza antes de que pudiese responder. Después se dedicaron a patear su cabeza durante un rato, ante las quejas del Sr.Saveloy que insistía en que ese no era un comportamiento muy adecuado para gente “civilizada”.
- No se queje, profe- dijo Old Vincent- le hemos preguntado, como usted nos ha pedido.

No tardarán en encontrarme, pensó el emperador. Han descubierto que era una trampa. Van a matarme. Maldijo por qué no había puesto un pasadizo secreto hasta los muros del castillo. Pero pensó que si alguien descubría de su existencia, sería demasiado fácil llegar hasta su posición. Maldijo al ex visir por no haberle insistido más.

Pasó una hora. O quizás más, cuando la puerta del búnker se abrió. Sólo entró un hombre. Calvo, con un parche en un ojo, una larga barba blanca, flacucho, de la variedad huesuda catalogada de “vital para su edad”. No le quedaba ningún diente, pero se había hecho colocar diamantes en lugar de dientes. Cuando sonreía, brillaba. Y no era una buena noticia que él sonriese.

El viejecito de más de noventa años que se acercaba tenía tendinitis, almorranas, varices, úlcera de estómago, lumbago y, aún así seguía siendo el héroe más grande de todos. Era Ghenghiz Cohen el Bárbaro y no había monstruo que no hubiese sido derrotado, doncella que no hubiese sido salvada y tesoro que no hubiese sido saqueado por esto hombre de las llanuras heladas.

Cohen miró con su único ojo al emperador, quien le devolvió la mirada temblorosamente.
- Dónde- inquirió Cohen. Él no preguntaba. Exigía.
Cohen suspiró.– Dónde- normalmente no repetía las cosas.

El emperador sacó una joya enorme de entre los pliegues de su túnica. Era tan grande que tenía que cogerlo con las dos manos. Se lo tendió al bárbaro.

Cohen cogió la joya y se dio la vuelta. Pensó lo mucho que había cambiado. Antes le hubiese abierto los intestinos de par en par y lo hubiese cogido sin decir una sola palabra. Parecía que, poco a poco, el Sr. Saveloy les estaba civilizando.

Un beso.

Escrito por Jake| 2 de Febrero 2007 a las 12:35 AM|


Comentarios

Wow, que buena historia.
Moraleja: No seas visir.

El Replicante es Zim| 2 de Febrero 2007 a las 03:45 AM

¡Viva Mundodisco! xD ¿De que libro es eso? No me suena para nada, aunque antes de que saliese el Eje o Cohen el Bárbaro ya sabía que era Prattchet, su estilo es inconfundible.

El Replicante es tulkat| 2 de Febrero 2007 a las 03:56 AM

ZIM: Ni te pongas contra Cohen el Bárbaro.

TULKAT: No es de ningún libro. Lo he escrito yo.

El Replicante es Jake| 2 de Febrero 2007 a las 05:06 AM

La regla es que cuando mencionan dos veces a un autor lo tengo que leer. Maldito mi novio, maldito tulkat y maldito Prattchet...
Muy buena la historia ;)!

El Replicante es cami| 2 de Febrero 2007 a las 06:08 AM

Si lo hubiese sabido antes...

El Replicante es Jake| 2 de Febrero 2007 a las 07:52 AM

Muy buena historia, muy bien contada. Es digna de ser copiada, ándate con ojo ;)

Bicos

El Replicante es Tuxina| 2 de Febrero 2007 a las 01:08 PM

Muy graciosa...

El Replicante es Jake| 2 de Febrero 2007 a las 03:09 PM

No puedo imaginarme la matanza que harían si los llevansen de excursion con el imserso...xD

El Replicante es Aidotans| 2 de Febrero 2007 a las 05:11 PM

El inserso sería mucho peor que ahora. Increíbleble.

El Replicante es Jake| 2 de Febrero 2007 a las 05:16 PM

¿La has escrito tú?Bueno, pues entonces mis felicitaciones más sinceras. Siéntete orgulloso por que la verdad es que me he quedado con ganas de leer el libro :P

El Replicante es tulkat| 2 de Febrero 2007 a las 07:05 PM

Muchas gracias. Ya le escribiré un libro del Mundodisco sólo para usted.

El Replicante es Jake| 2 de Febrero 2007 a las 07:24 PM

No me da tiempo leerlo ahora. Lo leo mañana seguro Joven Maestro :P

El Replicante es Céline...| 3 de Febrero 2007 a las 12:09 AM

Muy bien.

El Replicante es Jake| 3 de Febrero 2007 a las 01:12 PM

¡Uf! Por fin tengo tiempo. Muy buena. Se nota que hasta los Bárbaros se vuelven viejos de pensamiento xD

El Replicante es Céline...| 3 de Febrero 2007 a las 08:53 PM

Y físicamente también.

El Replicante es Jake| 3 de Febrero 2007 a las 08:58 PM


¡Al ataque!










¿Debo recordarte?