EL ÁNGEL DE LA GUARDA

Juanito quería morir. Tenía 15 años. Era un obseso de 100 kilos de peso. Con gafas de pasta. Un peinado de cepillo y pantalones anchos.

El problema de Juanito era que por mucho que lo intentaba, algo sucedía. Su ángel de la guarda aparecía para salvarle el culo. Como aquella vez en la que lanzó una radio enchufada a la bañera, pero justo cuando iba a tener contacto con el agua, ¡plaf!, se desenchufó.

Otra vez fue a una concentración tunning, y se puso a rapear sobre lo gilipollas que son los hardcoretas. Quince tíos más grandes y más fuertes fueron a lincharle. Pero los kilos de grasa habían convertido los brazos de Juanito en dos armas mortíferos, que acabaron por noquear a todos los chavales.

Lo había intentado tantas veces que ya se había rendido. Ahora su forma de vida era muy aventurera. Hacía puenting y rafting e incluso una vez se tiró de una avioneta sin paracaídas, pero extrañamente sólo se rompió un brazo y un par de costillas.

Y ahí estaba, sentado en la tienda mágica de Madame Mariposa. Decían que podía ver y hablar con gente del Más Allá. Lo veríamos.

- ¿Entonces qué quieres, hijo?.
- Quiero que me ponga en contacto con mi ángel de la guarda.
- ¿Qué?¿Quién? Perdón. Yo no puedo hacer eso, porque...
- Sí puede. Bueno, si puede hablar con muertos, podrá hablar con él...

Minutos después la madame le echaba con una escoba. Si hay algo que no le gusta a la gente es que digan que trabajan mal. Sobretodo aquellos que lo hacen.

Mientras volvía a casa, un hombre se le acercó. Iba vestido con un chaleco y su cara la tapaba con un sombrero de larga ancha.

- ¡Ey! He oído que quieres hablar con tu ángel de la guarda. Pues por 15 euros te vendo este libro para poder personalizarle. Pero, ¡ojo!, si lo haces ya no podrás volverle a su estado normal.

No lo pensó dos veces. Le pagó y se fue a preparar todo el ritual. Un espejo, velas, sangre de hombre o mujer virgen y una tiza.

Al cabo de unas horas, el espejo se iluminó y apareció una cara. Era Constantino Romero vestido de sadomaso.

- ¿Pero?¿Pero?¿Constantino Romero?¿Por qué?.
- Porque yo soy tu padre... jajaja, perdona era una broma. Siempre quise decirlo.
- Me has estado jodiendo todos estos años. ¡Yo quería morir!.
- Bah, tú que vas a saber... si sólo eres un crío. Además, así me ganaba las alas y puedo volver ahí arriba- dijo, señalando al cielo.
- ¿Al Cielo?.
- Errr... no. A Plutón...ejem.

Constantino salió del espejo, y se sentó en la cama de Juanito- Ahora que estoy personificado, tendré que volver a Antena 3.
- Creo que no- Juantio.
- ¿Qué? ¡No lo hagas! Yo sólo lo hacía por tu bien. ¡Puedo cumplirte tres deseos!.
- De acuerdo.... quiero la pistola de Harry el Sucio.
- ¡Hecho!.
- Vale, ahora, quiero hagas que la pistola esté recargada mágicamente y por siempre jamás.
- ¡Hecho!.
- Y mi tercer deseo es que me comas la polla- dijo sonriendo.
- Me lo temía- dijo Constantino, mientras se agachaba- slurp, slurp.
Cuando se corrió, Juanito le puso la pistola en la frente a Constantino. El ángel pensaba que con su mirada triste cautivaría al chico, pero no surtió efecto. Le voló la cabeza y salpicaron sesos y sangre por todos lados.

Cuatro disparos más después, tras matar a su familia al completo, se dirgió al colegio. Tendría una charla con los abusones. Una charla muy breve.

Mientras se acercaba, dejó atrás un letrero que decía: "Welcome to Columbine High School".

Un beso.