TODO ESTÁ EN LA CABEZA

Dicen que el calor extremo puede volver loco a la gente...

El hombre se despertó por culpa de la alarma. Se quitó la manta de piel que tenía para resguardarle del frío y se levantó. Por la ventana se veía como algunos copos de nieve caían lentamente sobre el suelo nevado.
Se duchó con agua muy caliente y se secó rápidamente. Dicen que si no te secas muy rápido, el frío extremo puede acabar contigo. A parte, es muy poco estético pasearse por la ciudad con pequeñas estalagmitas colgándole del cuerpo.
Se vistió con muchas piezas de ropa, entre las que habían varias pieles de animales muertos, un enorme jersey rojo con cuadros negros y un sombrero de piel que le cubría las orejas. Por supuesto llevaba guantes. Su amigo Hans había perdido un dedo después de una noche fría de invierno como ésa. Sin querer golpeó una farola con la mano y el dedo, que estaba rígidamente congelado, se partió.
Apagó el fuego de la enorme chimenea y se marchó a trabajar. Cada vez que suspiraba, el aire se congelaba y se convertía en una pieza de hielo que debía esquivar.
Al subir al autobús, cogió también una bolsa de agua caliente que había en una caja, al lado del asiento del conductor. Los ciudadanos las usaban para ponerlas en los asientos y poder sentarse sin los problemas de congelarse el culo de frío y no quedarse enganchado en la silla para siempre. Otro amigo suyo, Klaus, se había quedado enganchado a una silla. Tuvieron que cortar el trozo de hielo que unía el culo de Klaus con la silla. Un vache del autobús hizo que el corte fuese erróneo y perdiera un trozo de culo.
De lo que no podía quejarse era del sexo. Hermosas mujeres, altas y rubias. Con enoromes pechos y dulces sonrisas. Y la mayoría requerían a hombres con los que calentarse en las noches más duras. Noches como esas.
Mirando a través de la ventana del autobús, podía ver un hermoso paisaje nevado. Enormes árboles cubiertos de una fina capa blanquecina. Grandes montañas con los picos cubiertos. Incluso se podía adivinar a los lejos un alce alpino, observando algo que llevarse a la boca.
Al llegar al trabajo, quedó aliviado. Había sobrevivido otra mañana. Pero aún quedaba la vuelta. Se quitó el jersey y pensó que era curisoso que en otro lado del mundo, alguien estaría, al contrario que él, muerto de calor.

Dicen que el calor extremo puede volver loco a la gente...

Un beso.