MARRÓN (3ª PARTE)

Creo que el mejor tipo de cagamiento es, sin duda, el de la mierda dura. Ésa en la que la mierda que sale es más grande que el propio agujero del ano y tienes que apretar con fuerza para que poder dejar pasar esa especie de feto de mierda. Mientras empujas, con fuerza, los pelos de todo el cuerpo se te erizan, los pezones se endurecen y la piel se pone de gallina. Es como si te dieran por el culo, pero al revés. Cuando la mierda cae y dejas de esforzarte, hay una sensación orgásmica de triunfo sobre tu propia inmundicia.

Ayer estuve pasando por ese momento. Mientras leía la última novela de Chuck Palahniuk, iba esforzándome poco a poco, notando como la mierda, en una masa conjunta, se desplazaba por entre los intestinos, llegando a asomarse por el ano. El problema vino en que mi culo virginal era demasiado pequeño para tamaña grandiosidad mierdal. El esfuerzo era tal que tuve que cerrar dicho libro para concentrarme en lo que estaba haciendo.

Entonces me vino a la mente una escena de Los Soprano donde un pobre secundario moría mientras cagaba. Sin duda, ése era mi destino. Nunca me he llevado muy bien con los dioses como para pensar que mi final sería digno y heróico. En una ocasión, La Muerte en persona me visitó mientras bebía un vaso de Sprite en un McDonald´s. A punto estuve de caer entonces. Ahora no me dejaría vencer tan fácilmente.

Entre grito y grito, como una embarazada a punto de dar a luz, y con las venas a punto de estallar, pensé en la situación que estaba viviendo. Las soluciones que veía eran claras. Por un lado podía seguir esforzándome por sacar todo ese mega truño de una sola pieza, a costa de mi propia vida. Lo cuál sería, cuanto menos, vergonzoso. La segunda opción pasaba por dejar de esforzarme y volver a introducir al gran mierdolo dentro de la cavidad de la que venía. El problema de dicha acción es que el intestino podría haberse obstruido y producir aguna hemorragia interna de la que no podría sobrevivir. La tercera opción pasaba por dejar la mierda como estaba e ir rompiendo las partes que iban saliendo a la superficie para así reducirla de tamaño considerablemente. Era la opción más sensata, pero no creía poder aguantar tanto tiempo con ese ente ahí metido durante tanto tiempo. Seguramente podría haberme dado un síncope allí mismo.

Obviamente, no acabé muriendo porque si no, no podría estar escribiendo hoy estas palabras. Al final, mientras me desgañitaba y mi cara se ponía absolutamente roja, y las venas de mi cuello se hinchaban como si fueran serpientes, y emitía un gemidito bastante indecoroso, y la Muerte empezaba a colocar la guadaña en posición "rebanadora", algún diosecillo de poca importancia se solidaridó con la situación e hizo que la mierda saliera.

La sensación fue entre alivio, placer y miedo. Estaba tan agotado como si hubiese estado en el catre durante quince horas seguidas follando. Así que después de volver a la realidad y darme cuenta que había sido una batalla que nadie jamás habría podido admirar, me limpié el trasero y me pegué una ducha.

Un beso.