¡QUE VIENEN GILIPOLLAS!

La primavera es mala. Es mala por muchos motivos. El primero de ellos es porque hace calor. Ese calor, que a vosotros os parece tan chachis es horrible. Hace que las flores, que han estado tristes y decaídas en otoño e invierno, vuelvan a florecer como bellezas vegetales sin par. Y plagadas de polen que, a parte de porvocar alergias de muy diverso tipo, atrae a muy diverso tipo de bichos. Y entre el calor y el polen, acabámos rodeados de abejas, mosquitos, moscas, mariposas, avispas y muchas otras pollas voladoras.

El calor, además, afecta al ser humano de por sí. Si el mundo es subnormal, cuando hace calor lo es más. La justificación de la "sangre altera" sólo es eso. Intentar explicar el por qué de tanta mongolidad.
Cuando hace calor la gente experimenta la imperiosa necesidad de dos cosas: 1. Despelotarse y 2. Tomar el sol. Despelotarse puede tener su gracia, pero tomar el sol no tiene ningun explicación racional aceptable. Con lo que podemos decir que tomar el sol es algo irracional. O de gilipollas, como se prefiera.
Pero ya hemos dicho que en el mundo, lo que más abunda son gilipollas, así que no vamos a descubrir América con este dato.
Pero es que a la gente, a parte de desnudarse y tomar el sol le gusta otras cosas. Le gusta la playa. Deben tomar el sol en la playa, por alguna razón incomprensible para mi. Debo suponer que es para bañarse en el mar después, pero con lo cerca que está la ducha del terrado, lo dudo.

Pasa una cosa. A parte de en la costa, en los interiores también hay gilipollas. Pasa en todos sitios, pero ellos no pueden ir a la playa ni tomar el sol sin irse cuatro cientos kilómetros al este. Así que cuando hace calor, la gente decide apartarse del mundanal ruido e irse a la costa.
Y como al parecer, esto de peregrinar agilipolladamente a lugares de sol y playa es una tendencia preprogramada por los cerebros de los gilipollas de las personas del planeta, otra gente aprovecha y empieza a montar muchos hoteles y a poner muchos chiringuitos. A eso se le llama turismo. Claro, se hace rico a costa de los gilipollas. Pero para ellos. Al fin y al cabo, son gilipollas.

Pero dejemos a un lado a los subdesarrollados emocionalmente gilipollas de la humanidad y centrémnos en otro aspecto. El aspecto de los pobres desgraciados (y a veces gilipollas) que en lugar de al turismo, se dedica a basurero. Este chico se da cuenta que en cuanto llega el calor, el aumento de trabajo es al triple. Porque claro, hay más gilipollas, y ensucian más. Pero no proporcionalmente, claro. Ensucian el triple más. En fin, ya os he dicho que son gilipollas, así que lo barre con la esperanza de que esté limpio por siempre. Y al día siguiente, nuestro basurero gilipollas lo vuelve a encontrar todo sucio. Pero esta vez no es el triple, sino el quíntuple. Y el pobre basurero desgraciado empieza a pensar:"¿por qué?". Y entonces se da cuenta que todas las casas se han vuelto pequeños hotelitos de mierda para gilipollas.
Pero claro, como hay muchos hoteles tienen que competir haciendo ofertas. Así que envian a los cuatro vientos sus cantos de sirena y... ¡hop!, consiguen que más gilipollas lleguen. Y más. Y más. Tantos que el pobre basurero tiene que barrer sabiendo cuatro idiomas más.
Así que un día, nuestro desgraciado amigo va al aeropuerto para ver qué pasa. Y se encuentra con que todos los vuelos que van llegando son aviones con cientos de auténticos gilipollas, provenientes de ciudades como Dresde, Frankfurt o Colonia. Y los aviones no cesan. Y el basurero coge una antigua, aunque siempre efectiva, Kalashnikov y se lía a tiros con todo el mundo, gritando: ¡Fuera de mi casa, gilipollas!".

O lo haces tú, Jaume. O lo hago yo.

Un beso.