VIEJOS Y CANOSOS

Hay varios síntomas que demuestran que uno, por mucho que luche, se vuelve viejo. El primero de todos es la edad, aunque cada vez tiene menos que ver una cosa con la otra. Hay gente de sesenta años que parecen chavales, y gente de veinte que son ancianos decrépitos.
Otro de ellos es el esfuerzo que se hace cuando se mueve. Cuando te levantas del sillón y haces un ¡mmppfff!. Porque no puedes ni hacer el esfuerzo de moverte. O que necesitas un poco de impulso cuando estás en el suelo.
Aunque la mayoría son de aspecto físico. Las arrugas que se te van llenando la cara de tan feliz que eres. Que se puede remediar con un tratamiento a lo Cher y problema solucionado. Otra es la incipiente barriga. Que por mucho que se cuide uno, acaba apareciendo. Y la silueta magnífica después de quince años como marionette profesional acaba yéndose al traste.
Hay otro que es la falta de fuelle sexual. Y la necesidad de utilizar las pastillitas azules hasta morir más feliz que un tonto de un ataque al corazón mientras te estabas follando (haciendo el amor para los niños que leen el blog) con una enfermera cualquiera de una residencia cualquiera.
Otro índice de ancianidad es el estar hasta los huevos (hasta las pelotas para los niños que leen el blog) de todo absolutamente: de los impuestos, de la mujer, de la suegra, de que a la niña se la estén clavando hasta los curas del pueblo...de todo.
Y luego hay dos versiones de lo mismo: el pelo. Pueden pasar dos cosas, o que se te quede blanco como el de Steve Martin o quedarse calvo como Andrés Montes, dos ídolos de este vuestro blog.

Bueno pues después de cumplir con casi todas esas normas. Excpeto con la del fuelle sexual afortunadamente para mis admiradoras (que son muchas y distintas), y después de tontear con ambas opciones capilares, debo anunciar sin reparos y para finalizar que:¡tengo una cana!.
Señores si me lo hubiese alguien dicho hace treinta o cuarenta mil años, cuando era joven, pues probablemente me hubiese hundido más en la lechada que siempre he tenido por vida y, quizás y sólo quizás me hubiese pegado un tiro antes de los veinte. Pero no, ahora las cosas cambian. Porque a una edad, uno ya no puede estarse con tonteridas (gilipolleces para los niños que están leyendo el blog) de esas de que uno quiere conservar melenas poderosas como hacen algunos pobres rockeros, seguidores en sus tiempos de juventud de Barón Rojo o de otro tipo de pelo, como el de ZZ Top.
Tarde o temprano deberéis elegir, jóvenes padawanes todos. Bueno, en realidad nadie elige. Si te quedas calvo te jodes y lo llevas lo mejor posible. Hay a gente que le gusta ser calva, que yo lo he visto. Y si tienes canas, pues puedes teñirlas para dar a entender cosas que no son.
Pues oigan que a mi me gusta, tener una hebra plateada ante tanta melena castaña. No es cuestión de escónderselo al mundo. Es molón. Y es mejor que quedarse calvito. Al menos según mi opinión.

Así que ya sabeis, niños y (algunas) niñas: ¡si tenéis canas no las escondáis!. Que resulta sexy y provocador al mismo instante. Y si sois calvos... pues no os dejéis cortinilla, por favor, que queda muy feo.

Un beso.