ENEMIGOS PÚBLICOS (5ª PARTE)

Yo entiendo que toda vida tiene cierta evolución. El grado de responsabilidad y preocupación hacia el mundo que nos rodea es paralelo al crecimiento humano. Al menos hasta cierto punto.

La vida laboral de un ser humano puede ser de unos cuarenta años, más o menos. Lógicamente tiene todo el derecho del mundo a jubilarse y perder el tiempo que tiene en lo que le dé la gana.
Algunos de estos hombres y mujeres de gran experiencia y contrastada sabiduría pierden el tiempo en cosas tan provechosas como sentarse delante de una obra para quejarse de lo mal que lo hacen los pobres obreros. O se van a las plazas para ver pasar a las chicas más jovencitas, para ver si les resucitan lo que tienen muerto.

El problema empieza cuando, y por paradójico que pueda sonar, la evolución les da la espalda a esos hombres y mujeres de la segunda juventud y les provoca un estado de re-juventud de tal magnitud que pierden lo que, arduamente, habían conseguido conocer empíricamente en sus cuarenta años de trabajo intenso para convertirse, en ancianos y andrajosas personas con mentes de pre-adolescentes.

Por un lado, y desde la vista de los mismos usuarios, los viajes del Inserso deben ser grandes placeres de los que no puedieron disfrutar durante su vida laboral. Les llevan a grandes paraísos en las islas Baleares, Canarias y la Meca insersil: Benidorm.
Pero visto por el resto del mundo, el movimiento del Inserso es un poco vergonzoso. Porque parece mentira que nuestros sabios ancianos se comporten como chiquillos, pegando gritos para que todos les escuchen, o bailando la Conga de Jalisco por los Paseos Marítimos de toda la costa mediterránea.
Y ahora alguien saltará y dirá: qué todo el mundo haga lo que le salga de los cojones. Que es hora de que descansen.
Pues muy bien, muy bien dicho, pero sin armarla.
Cuando cogen un avión es como una marabunta de personas pegando chillidos, codazos y empujones. Colándose y haciendo el tonto. Y ralentizando. Porque con ellos todo se vuelve más lento. Si antes tardabas dos, con ellos cuatro. Es terrible.
Además, se quejan por todo. Te gritan, lanzándote toda la saliva acumulada en sus dientes postizos y en cada palabra te mojan entero. Y además tienes que tratarles de usted. Pero, vamos a ver, señor, el que está haciéndome un placaje de rugby para que pase su señora es usted. Y encima se gira y me grita que deje de achucharle. Y claro, el tío que hay detrás, que me achucha a mí me grita que deje de empujarle, que ya tiene una edad... Al final habrá que quitarse la zapatilla...
Hay a veces que creo que soy. Porque no me parece normal que un hombre me coja y me lleve con su señora y una chica joven y me la presente para que intimemos. Porque como somos los únicos de menos de cincuenta...
Y luego va y dice el señor soy-tan-sabio-porque-llevo-cuarenta-años-en-el-curro: "Pero mira lo buena que está la jodía. Y qué culo. Tu no te fijes en la delantera. En ese culito. Que es lo que más añorarás cuando tengas mi edad". Y claro, la chica intentando soltarse de la mano de la señora, yo que no sabía a dónde mirar, la mujer diciéndole al Paco que deje de decir guarradas a la pobre chica. Y Paco que le hace gestos obscenos a la niña. Un despropósito, vamos.

Yo sé que no llegaré a la época del Inserso. Los recientes problemas de salud que he ido contándoles me han hecho ver la verdad: mi muerte está próxima. Pero espero que todo ustedes no acaben convirtiéndose en esa parte de la sociedad que se va con el Inserso. Por su decencia, vamos.

Un beso.