Volvió a las rocas buscando a la chica. Necesitaba saciar su curiosidad, que alguien le explicara qué significaba todo eso.
Ella le estaba esperando. Se volvió para verle llegar. Él iba muy rápido: ella podría contestar a sus preguntas, ella podría decirle qué estaba pasando. Antes de llegar hasta ella oyó que le decía:
- Si alguna vez has soñado con morir, éste es tu momento.
De repente lo vio todo tan claro... No tenía que pedir explicaciones, simplemente supo que era eso lo que deseaba. Necesitaba morir. Corrió hacia ella con todas sus fuerzas, las pocas que le quedaban. Pero cuando llegó a donde ella se encontraba ya se había esfumado. Se detuvo anonadado. No sabía qué pensar.
A la mañana siguiente, se levantó y no se acordaba de nada de la noche anterior. Un ruido le sobresaltó. Era su padre que entraba a comprobar que había dormido en casa. Lo hacía todas las mañanas desde que murió su esposa tras la noche en que no volvió. Él le miró con los ojos medio cerrados, haciéndose el dormido. Su padre no se dio cuenta y salió, cerrando la puerta tras él. No le sorprendió verle. Hacía un año ya desde que perdió el mundo de vista. Tras unos minutos salió de la habitación para desayunar. Por el pasillo iba su hermano hacia la ducha, cabizbajo y soñoliento.
- Buenos días- dijo el tímidamente y continuó como si acababa de suceder no fuera algo extraordinario.
Su hermano no creía lo que acababa de presenciar. Se quedó paralizado en mitad del pasillo, con cara de estupefacción. Hacía casi un año...
Desde la cocina oyó a su hermano pequeño reír solo durante un buen rato. Su padre, que estaba preparando el café, se volvió alarmado al oír esas carcajadas. No eran normales y menos en su pobre hijo, que desde la reciente muerte de su madre no se le había vuelto a ver sonreír. Al darse la vuelta, se topó con él, que le miraba expectante. Su padre no podía creer verse reflejado en sus ojos, que apuntaban directamente a sus pupilas. Le abrazó sin asimilarlo aún. Él tampoco lo podía creer. No podía creer que su padre fuera aquel hombrecillo endeble y tristón. Su expresión era la de un hombre desolado, aunque tratara de disfrazarlo con una sonrisa. Sus ojos habían perdido hasta el último ápice de vida. Su pelo había empezado a perder el color. La vejez le había ganado terreno a pasos agigantados. No pudo sentir por él más que compasión. Charlaron un rato y él se marchó. Necesitaba salir de allí. Alguien tenía que haberle avisado de lo que se iba a encontrar a su regreso. Por la calle, cada vez andaba más rápido. ¿De dónde había salido toda esa gente? Sentía asfixia.
Llegó a las rocas. Seguía viendo gente pasar. El mar estaba tremendamente agitado. Las olas se alzaban rabiosas y se machacaban contra las rocas. La espuma, el ruido, las olas que subían más alto que él.
No pudo resistirse. Antes de hacerlo la buscó entre los paseantes. Si ella hubiera estado allí... Quizá ella también lo buscaba, confundiéndole con otros caminantes. Quizá hubiera intentado detenerle. La imaginó por última vez, como la primera. Siendo la cara y la cruz de la misma moneda. Una mujer que paseaba por las rocas exhaló un alarido estridente al verlo saltar al vacío.
Todo había terminado. Después de toda una vida siendo un infeliz, un inadaptado... Ahora se las vería cara a cara con su amada muerte, a la que tanto temía y, sin embargo a la que tanto necesitaba.
- Te estaba esperando.
¡Esa voz! No podía ser cierto.
- ¿Qué haces tú aquí? Yo sólo quería morir...
Ella, la dama siniestra, la muñeca de porcelana. Ella. Había venido a buscarme. Era mi muerte. Mi muerte, que desde el primer día vino a buscarme en las rocas frente al mar. Incitándome, invitándome a ir con ella. Tentándome. Aquí estoy, por fin, más allá de las olas que tantas veces nos sentamos a admirar.
Mi muerte. Ni tú ni yo sabemos nadar.
FIN.
es bueno, pero un poco triste, más bien duro
El Replicante es LoLitta|20 de Octubre 2004 a las 01:18 AMmis respetos a quien escribio esta historia me agrado demaciado
El Replicante es raziel|20 de Mayo 2007 a las 05:17 AM