11 de Septiembre 2004


LA MUERTE NO SABE NADAR (4ª PARTE)

El reencuentro con su madre se le clavó en la retina. Salió de su casa sin saber a dónde ir. Y fue al único sitio en el que se sentía bien. Se sentó mirando el mar. Se concentró en cada ola, en cada sonido, en cada movimiento. Se concentró con todas sus fuerzas, pero no consiguió apartarla de su mente ni un segundo.
La chica volvió, como los días anteriores. Ésta vez, él no la esperaba. Ya prácticamente se había olvidado de ella. Él no la miró, ya no sentía curiosidad por ese ser que se había colado en su vida. Estuvo de pie, junto a él durante casi dos horas compartiendo su inquietud. Pasado ese tiempo empezó a andar siguiendo la línea de la costa. Él se sintió obligado a ir tras ella. La observó caminar por delante suyo. Se fijó atentamente en ella: en su cuerpecito menudo y escuálido, sus brazos huesudos, su larga melena negra... Tenía un aspecto un tanto lúgubre.
- Hoy me ha pasado algo... –dijo él, sin saber cómo continuar.
- Lo sé. Tu madre ha muerto.
Al oír estas palabras sintió una punzada aguda que le atravesaba el pecho como un puñal. Su madre había muerto. Tantas horas pensando en ella, en cuando la vio enfilando por el pasillo, en su sonrisa cautivadora... Estaba muerta. Y sólo entonces había vuelto a aparecer. Tenía la boca seca. No estaba preparado para algo así.
- ¿De qué... de qué ha... muerto?
- De pena.
Le bastó oír eso para comprenderlo todo. Ella tenía la extraña virtud de hablar con la mirada: le miraba fijamente, de forma tan maternal y a la vez tan inexpresiva. La cara desencajada del chico evidenciaba su estado.
- Debes descansar.
Su dulce voz era hipnótica. Cuando quiso darse cuenta, la chica ya no estaba allí. Todo eso tenía que ser una pesadilla de la que no podía despertar.
Dio un largo rodeo hasta su casa, saturado, desfallecido. Una vez allí, siguió dándole vueltas. Su madre, a la que no veía desde hacía mucho, había muerto. Se había suicidado. Y fue entonces cuando la vio, tan bella, tan muerta. Multitud de preguntas se formulaban en su mente sin ningún orden. La muerte de su madre desencadenaba un círculo vicioso de cuestiones a las que no sabía responder. ¿Acaso esa chica estaba también muerta? Si no era así, ¿por qué podía verla? Su madre sí lo estaba cuando él alcanzó a verla...
Su agitación se hizo palpable en la habitación. No dejó de atormentarse con sus pensamientos hasta la noche siguiente, en que consiguió dormirse por fin.
Mientras, su familia asistía al entierro de su madre, preparaban el funeral... Él empezaba a sentirse acorralado. Su pequeño mundo, en el que sólo vivía él, se estaba rompiendo en pedazos. El primer contacto con la chica de las rocas fue el inicio del fin. Luego su madre: se tocan, se hablan. Y ella había fallecido. La soledad, que siempre había sido su mayor aliada, se estaba volviendo en su contra. Necesitaba a alguien en quien apoyarse, un hombro sobre el que llorar. Descargarse del enredo que tenía en la cabeza.
Pero ya no había marcha atrás. Hacía esfuerzos titánicos por volver a su vida real. Él se aisló del mundo, aislándose así del dolor. Pero éste acabó por traspasar su coraza y lo había atrapado. Quizá su única salida volvía a ser la muerte.

Escrito por Jake|11 de Septiembre 2004 a las 08:01 PM|


Comentarios

Esto continúa no?

Esta suuuuuuper interesante :D

Dark kisses

El Replicante es lua|11 de Septiembre 2004 a las 10:16 PM

uooo! Me sigue atosigando la idea de que él esté muerto tb ¬¬
Pero bueno ya veremos como continúa...:DD

El Replicante es Lyzzie|12 de Septiembre 2004 a las 01:16 PM

....

El Replicante es Electra|12 de Septiembre 2004 a las 04:07 PM

LUA: Sí, esto continúa. Pero creo que la siguiente parte ya será la última...

LYZZIE:Un final a los Sexto Sentido, eh?? quién sabe...

ELECTRA: Errr... sí... claro...

El Replicante es Jake|13 de Septiembre 2004 a las 03:27 AM


¡Al ataque!










¿Debo recordarte?