Al abrir los ojos el sol le cegó. Estuvo atontado unos minutos y luego cayó en la cuenta: se había quedado dormido en las rocas. Le dolían todos los huesos del cuerpo, estaba destemplado y sentía un cansancio que apenas le permitía moverse. Se levantó mirando a un lado y a otro. ¡Qué dolor en las piernas! Se estiró, bostezando, y la espalda crujió por todas sus articulaciones. No quería ir a su casa. Necesitaba despejarse un poco y pensar.
Estuvo paseando el resto de la mañana, observando cada detalle, cada árbol, cada piedra... No conseguía aclarar sus ideas. Lo ocurrido la pasada noche le había dejado perplejo. La chica por la que había desesperado el día anterior, ahora le parecía un monstruo.
- ¿QUÉ QUIERES DE MÍ? ¿QUÉ PRETENDES? ¿QUÉ QUIERES DE MÍ, MALDITA SEA?- gritó hasta desgañitarse.
Justo entonces se levantó un fuerte vendaval que no le dejaba avanzar. Era un viento furioso y helado. Y tan pronto como vino, cesó. El miedo le dio una sacudida y echó a correr en dirección a su casa.
Cuando su madre lo vio aparecer dio un respingo en el sillón. Había pasado casi toda la noche en vela, esperando que regresara. Durante toda la mañana había estado llorando por dentro, recorriendo la casa de arriba abajo, imaginando lo peor. Se abalanzó sobre él para abrazarle, llenarle la cara de besos. Él ni se inmutó, ni tan siquiera la miró. En cuanto lo soltó, el chico se dio media vuelta y se fue hacia su habitación. La madre cayó sobre sus rodillas, gritó y lloró sin consuelo hasta que la casa entera lloró con ella. Aún no podía creer que su hijo hubiera enloquecido hasta tal punto. No le encontraba ninguna explicación. Había estado leyendo sobre el tema y sabía que uno no se vuelve autista de repente. Era imposible, insoportable. Odiaba verse resignada a perder a su hijo. Estaba fuera de sí. Ya no le quedaban fuerzas para aguantar esa situación. Se levantó sin ganas y se encerró en el baño.
Los bomberos tiraron la puerta abajo en un abrir y cerrar de ojos. La encontraron en la bañera. Había sangre por todas partes; una sangre roja como el fuego, espesa, escurridiza. Parecía imposible que tanta sangre hubiera salido de esas muñecas tan finas y elegantes. Al verla, su marido se quedó blanco, mudo. Su llanto desgarrado se transformó en gritos de cólera en cuestión minutos. Su hijo menor miraba al interior del cuarto, incrédulo. No pudo reprimir las náuseas.
Cuando los bomberos se marcharon, antes de que llegara la policía y la ambulancia fue a buscarlo a su habitación. Estaba tumbado en su cama, mirando al techo, ajeno a lo que acababa de ocurrir. Desde la puerta, con las lágrimas brotando de sus cansados ojos, le dio la noticia. Él no pareció escucharle. Se sentó en la cama, junto a su hijo, mirándole consternado. Cuántas veces había intentado hablar con él sin ver reacción alguna por su parte. Pero esta vez era diferente. Su madre había muerto, y era imposible que se negara a volver en sí. Le repitió las mismas palabras. No encontró respuesta. Le agarró por el cuello de la camisa y le zarandeó con todas sus fuerzas.
- POR TU CULPA, MALDITO CABRÓN. SE HA SUICIDADO POR TU CULPA, ¿ES QUE NO LO VES?
Le soltó y rompió a llorar descontrolado. Su llanto era agónico.
La policía lo encontró llorando en el suelo de la habitación de su hijo, hecho un ovillo, como un crío desdentado. Pero su primogénito no estaba.
El chico no había reparado en toda esta escena. Se levantó de la cama de un salto, sin darse cuenta de que su padre estaba allí y se fue hacia el balcón. A medio camino se quedó paralizado. Por un momento le pareció ver a su madre caminando por el pasillo. Se le llenaron los ojos de lágrimas. Los frotó con energía y volvió a mirar, pero ya no vio nada. Corrió hasta la otra punta de la casa, buscándola. La encontró en su habitación sentada sobre la cama, aturdida, sin saber qué hacer. Él se acercó lentamente, con los nervios a flor de piel. Ella le miró y una amplia sonrisa se dibujó en su cara. Por fin podía mirar a su hijo a los ojos y verse correspondida, aunque para ello tuviera que estar muerta. Él le pasó la mano por el pelo, nunca la había visto tan radiante. Su madre lloró de alivio y se despidió.
Es tuya la historia, Jake?? Un besote ninio
El Replicante es dido|31 de Agosto 2004 a las 10:17 PMO_O Cada día me quedo más perpleja O_O! El niño solo se da cuenta de las cosas cuando son muertos O_O...Él está muerto o está vivo O_O...qué intrigaaaaaaaaaaaaaaa!! Por cierto gracias :DD mi pequeña fábrica ed Gmail ya está en marcha ;)!!
El Replicante es Lyzzie| 1 de Septiembre 2004 a las 12:17 AMuy que mal royoooo....
Que sa pasao de tripi el niñoooooooo.....
Como seguirá?
Por cierto, pobre padre :_(
El Replicante es Fuz Neviros| 1 de Septiembre 2004 a las 07:58 PMtodo es un misterio... pero no se vayan todavía que aún queda alguna que otra parte....
jurjurjurjur!
Muerte, sangre, destrucción. Viva.
El Replicante es Zeros Metallium| 1 de Septiembre 2004 a las 08:52 PM