MONÓLOGO DE KONRÁD

Es verdad que me marché a Malasia hace mucho tiempo. Quizás tú, amigo mío, piensas que escapé para no tener que volver a verte, ni a ti, ni a Kriztina. Es verdad que huí, pero sólo porque nada me retenía ya en Viena.
Llega un momento en la vida de una persona en la que tiene que tomar una decisión; yo la tomé y me marché ya que no me necesitabais. Estabais muy unidos.
Puede que sí, pensaras que Kriztina y yo tuvimos un romance. Como siempre, es verdad, yo estaba enamorado de ella y, creo, ella de mí. Pero cómo querías, viejo amigo que escapara con tu mujer. ¿Acaso no hemos sido amigos tanto tiempo?.
Me fui para no tener que soportar la idea de ver a Kriztina. Alguien dijo que en la distancia se cura el amor, por eso puse medio mundo entre nosotros. ¿Me dices que Kriztina murió por mi culpa?. Quizás, lo único que puedo decirte es que cuando me marché hace cuarenta y un años un poco de mi corazón también murió.
Kriztina era pobre. Cuando te la presenté y te enamoraste de ella, no dejaste de hacerle regalos impresionantes, ¿cómo querías que reaccionara la buena de Kriztina?, sentía un profundo sentimiento de agradecimiento hacia ti... pero no era amor. Ella siempre estuvo enamorada de mí y yo de ella. ¿Por qué no te lo dijimos antes de que te casaras? Simplemente porque estabas enamorado de ella y no queríamos hacerte daño, de todas formas eramos amigos, no?.
Otra razón fue porque yo pensaba que no podría darle las cosas que ella necesitaba. ¿Te acuerdas cuando llegamos con ella por primera vez a tu mansión? Parecía que estuviese viviendo un cuento de hadas. ¿Y después de vuestra luna de miel en la que viajasteis por el mundo? Estuvo dos meses sin cesar de hablar de las cosas maravillas que había visto. Me fui a Malasia también por vergüenza de no poder complacerla. Sentía que no era un hombre. Que no la merecía. Sí, ya sé lo que dirás ahora, “siempre fuisteis almas gemelas. A los dos os gustaba la música y el arte. Yo era diferente”. Eso no es tan importante, Henrik. La gente dice que las polos opuestos se atraen. Hacíais buena pareja vosotros dos, y ella te quería... a su manera.
Pero eso no debería importarte ahora. Quizás ninguno de los tres fue feliz del todo y eso, visto desde mi punto de vista, es justo. Estamos en paz. Kriztina estaba atrapada en una mansión que odiaba y entristecida porque, bueno... porque no estaba al lado de la persona que quería. Tú estabas con la mujer que querías, en la casa que querías, pero al final yo me fui y, después de eso, la fortuna se volvió en tu contra. Tu mujer murió y te quedaste cuarenta años esperando mi regreso para saber una verdad condicionada. Y por último yo, que tuve que huir de mi único amigo y de la mujer a la que amaba para poder tener una vida propia.
¿Por qué me miras con ese gesto tan serio? ¿te acuerdas de algo desagradable?. Ah, sí. El famoso suceso del bosque. Tú y yo solos en el bosque y apuntándote a la cabeza. Nunca sabré cómo pudiste verlo. Supongo que debe ser un sexto sentido de los militares de verdad. La cuestión siempre te rondó la cabeza, ¿verdad?. ¿Te apunté con el propósito de matarte?. ¿De verdad quieres saberlo?. Bueno, supongo que lo que quería hacer es que desaparecieras y que yo pudiese estar con la mujer a la que deseaba sin sentirme tan mal como me sentía. ¿Pero como podría hacerlo? ¿No hemos estado toda la vida juntos? ¿No fuimos los mejores amigos que se puede ser?. No podría haberte disparado nunca. Supongo que se debe a que somos gente civilizada y sólo matamos en las guerras.
Estuve apuntándote durante un tiempo eterno, y se me pasó por mi cabeza todo lo que habíamos vivido juntos: la academia militar, los viajes, la vida por Viena, todo. No pude matarte porque descubrí que en nuestro extraño triángulo amoroso era yo quien debía desaparecer. Yo no podía darle nada a Kriztina y, además, te había traicionado a ti y a tu amistad acostándome con ella más de una vez. Hice lo que creí que era lo mejor. ¿Me añoraste? Claro que sí, igual que yo a vosotros. Sé que tú en mi lugar hubieras actuado de otra manera. Pero así es mi forma de ver la vida.
¿La respuesta no te satisface? ¿Qué más quieres que te diga?. Por supuesto. Se me olvidó que querías “la verdad”. La verdad es que Krizina no quería tu muerte. Ya te lo dije, ella te quería a su manera. Lo que quería era que escapáramos juntos a Malasia. Ella te hubiese dejado aquí solo. Pero yo te conocía bien y sabía que no pararías de buscarnos. No por mí, claro, como ha quedado claro en estos cuarenta años. Nos buscarías por ella, ¿verdad?. Claro que sí. Pero no te preocupes más por eso. Pese a, como me has contado antes, ella te dejara de hablar, no te quería ningún mal.
Ahora tengo que coger un avión a Londres.

FIN