Ayer Juan fue puta. Se fue caminando hasta un lugar cercano al hipódromo a vender su cuerpo por unos euros. Iba vestido con un top rojo, con ribetes dorados, una minifalda, medias de rejilla, botas altas y un bolso de cuero. Se pintó los ojos de color rojo, los labios de color lila. Se puso una peluca rubia y larga que contrastaba con su moreno natural.
Muchos coches paraban delante suyo. La mayoría eran Peugeots grises. La mayoría conducidos por hombres mayores. Esos hombres pararon delante suyo para gozar de sus servicios y hacer realidad sus deseos sexuales pseudo-homosexuales en el asiento trasero de los coches. A veces bastaba con la boca. Otras veces no. Lo bueno era que Juan estaba plenamente concienciado sobre el uso del preservativos en relaciones sexuales de cualquier índole. No permitiría ningún desliz. Ningún positivo de rebote. Sus actuaciones hicieron a Juan un poco más rico. Sus trasnochadas le pagaban la carrera de Veterinaria. Volvió a casa cansado, dolorido y con ladillas.